«Jesús salía ya para seguir su camino, cuando un hombre llegó corriendo, se arrodilló delante de él, y le preguntó: ‘Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?’… Jesús lo miró y, con mucho amor, le dijo: ‘Una cosa te falta: anda y vende todo lo que tienes, y dáselo a los pobres. Así tendrás un tesoro en el cielo. Después de eso, ven y sígueme.’ Cuando aquel hombre oyó eso, se afligió y se fue triste, porque tenía muchas posesiones.»
Marcos 10:17-22
Cuando el hombre rico se enteró de lo que tenía que hacer para recibir la vida eterna, se sintió «afligido» y «triste», porque lo que tenía que hacer era deshacerse de todas las cosas terrenales que le daban seguridad. Sin darnos cuenta, a menudo nos encontramos en la misma situación que este joven rico, porque el costo de seguir a Jesús es más alto de lo que estamos dispuestos a pagar.
En respuesta a la pregunta de los discípulos acerca de quién puede ser salvo, Jesús dice que no hay nada ni nadie en este mundo que pueda salvar, pues sólo Dios salva. Jesús vino al mundo y fue a la cruz para lograr lo imposible y darnos la seguridad máxima: la seguridad que da el saber que, por más errores que cometamos y por más que una y otra vez nos alejemos de él, sus brazos siempre van a estar abiertos para recibirnos.
Por nosotros mismos no podemos entrar al reino celestial, pero Jesús nos abrió la puerta para que la pasemos en fe, porque lo que no es posible para nosotros, es posible para Dios.
Todopoderoso Dios, Padre celestial, danos fuerza para confiar en el intenso amor que sólo se halla en Jesucristo, mi Señor y Salvador, a quien enviaste para que nos liberara de la esclavitud del pecado. Ayúdanos a vivir cada día conforme a tu voluntad. En el nombre de Jesús. Amén.
Pastor Jace Detrie
Por CPTLN