«Luego dijo a Tomás: ‘Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.'» Juan 20:27
Cuando los discípulos le dijeron a Tomás que habían visto al Señor, Tomás no les creyó. Es por eso que hasta el día de hoy lo conocemos como al discípulo que dudó. Pero en Juan 20:18, María Magdalena les dijo a los discípulos que había visto al Señor y en el versículo siguiente se nos dice que, estando los discípulos en un cuarto con la puerta cerrada por miedo de los judíos, Jesús se apareció y les mostró sus manos y su costado.
Jesús le mostró a Tomás las mismas evidencias que le había mostrado a los otros discípulos que también habían dudado, con el fin que creyeran. Y creyendo, Tomás y todos los discípulos destrabaron la puerta y salieron a las calles a dar testimonio de la resurrección de Cristo.
Nosotros también, al igual que los discípulos, tenemos dudas porque Satanás nunca deja de sembrar sus semillas. Pero cuando eso sucede Jesús nos muestra las mismas evidencias de su resurrección. No lo podemos ver a él, pero tenemos su Palabra a través de la cual recibimos fe y la fe disipa nuestras dudas. A través de la fe nos convertimos en testigos de la resurrección de Cristo.
Así como el Padre envió a Jesús, Jesús nos envía a nosotros a que compartamos su palabra con quienes aún no han visto y creído. «Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» Por fe creemos que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y creyendo tenemos una vida nueva en su nombre.
Misericordioso Padre, perdona nuestras dudas y renueva nuestra fe a través de tu Palabra. En el nombre de Jesús. Amén
Pastor Kevin Fenster
Por CPTLN