«Así como la lluvia y la nieve caen de los cielos, y no vuelven allá, sino que riegan la tierra y la hacen germinar y producir, con lo que dan semilla para el que siembra y pan para el que come, así también mi palabra, cuando sale de mi boca, no vuelve a mí vacía, sino que hace todo lo que yo quiero, y tiene éxito en todo aquello para lo cual la envié.» Isaías 55:10-11
El profeta Isaías le hablaba a un pueblo impaciente. Los hijos de Israel, el pueblo de Dios, estaban cautivos en Babilonia. Por no haber confiado en Dios y haber hecho alianzas con otras naciones, habían perdido sus casas y el templo en el que adoraban. En medio de esa penosa realidad Dios había enviado a Isaías a advertirles de su pecaminosa idolatría, pero no se arrepintieron.
A pesar de ello, más tarde Dios les dijo a través de Isaías que habría de llevarlos nuevamente a su tierra. El pueblo se llenó de alegría al saber esto, pero después de un tiempo comenzaron a preguntarse si la Palabra de Dios realmente iría a cumplirse. Como niños impacientes, algunos de ellos comenzaron a quejarse. Dios les contestó con las palabras del texto para hoy, diciéndoles que su Palabra también los iba a alimentar y a su debido tiempo iba a regresar a él con los frutos para los cuales él la envió.
A veces nos preguntamos por qué nos suceden cosas malas, o por qué Dios no contesta nuestras oraciones. Dios ha sido y es fiel a su Palabra y promesas. Toda vez que nos ponemos impacientes, él nos responde con la promesa de que su Palabra va a lograr todo para lo cual fue enviada.
Padre celestial, gracias por hacernos hijos tuyos y por tenernos paciencia aún cuando nosotros somos impacientes. Enséñanos a confiar cada vez más en ti y en tu Palabra. En el nombre de Jesús. Amén.
Pastor Eric Estes
Por CPTLN