«Jesús le dijo: ‘Tomás, has creído porque me has visto. Bienaventurados los que no vieron y creyeron.»
Juan 20:29
Por casualidad, o mejor dicho por obra de Dios, el capellán entró en el mismo elevador que una señora de 60 años cuya madre de 96 se estaba muriendo. Cuando le preguntó por su madre, le respondió: «Se está muriendo». «Sí, ya lo sé, y lo siento mucho. ¿Y usted como está?» «Estoy bien», le respondió, pero después de una pausa se corrigió y dijo: «No, en realidad no estoy bien. Es que no entiendo. Mi madre le fue fiel a Dios toda la vida pero, aún así, en los últimos 35 años le ha pasado de todo. Sin embargo, cada día me vuelve a repetir que Dios ha sido tan misericordioso con ella. No logro entenderla.»
Llevándola a un lugar tranquilo, el capellán le leyó lo que dice en 2 Corintios 4:13: «Pero en ese mismo espíritu de fe, y de acuerdo a lo que está escrito:’ Creí, y por lo tanto hablé.'» Y luego lo que dice en el versículo 18: «No nos fijamos en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.» Luego le explicó que su madre estaba proclamando la confianza que tenía en la promesa que había recibido en su bautismo y cada vez que recibía el cuerpo y la sangre de Cristo en la Santa Comunión. En vez de dejar que las cosas malas de la vida la apartaran de Dios, ella se aferraba a las promesas de salvación y resurrección dadas a través del testimonio de los apóstoles que habían demandado ver las heridas de Cristo.
Nuestro mundo exige señales y pruebas y lamentablemente muchas veces la iglesia hace lo mismo, exigiendo que Dios se haga presente dando sanidad o prosperidad, perdiendo así de vista la promesa suprema de vida eterna en el cielo con Cristo. Que podamos depositar en él toda nuestra confianza y esperanza.
Querido Padre, te pedimos que guíes hoy nuestros corazones. Envía tu Espíritu Santo a nuestras vidas para que confiemos en tus promesas aún cuando los problemas de este mundo nos quieran apartar de ti. En el nombre de tu hijo Jesucristo. Amén.
Capellán James Paul Mueller
Por CPTLN