Leer | Juan 14.15-24
Al estudiar los versículos de hoy del Evangelio de Juan, me sentí avergonzado por no estar a la altura de las expectativas del Señor Jesús. Es fácil decir: “Señor, te adoro”, pero ha habido momentos en los que he usado esas palabras al mismo tiempo que me he resistido a algo que Él estaba tratando de inculcar en mi corazón.
La medida de nuestro amor es la obediencia a los mandamientos y preceptos del Señor. Obedecer sus instrucciones es tan importante que Jesús hizo hincapié en esto en el pasaje de hoy (vv. 15, 21, 23). Pero esto no era tampoco un concepto nuevo para los discípulos. Deberían haber estado familiarizados con la conexión bíblica entre el amor y la obediencia (Neh 1.5; Dn 9.4). De hecho, Dios siempre ha hecho hincapié en que debemos obedecerlo para demostrarle nuestra devoción (Vea Dt 8.11; 10.12; 13.3, 4).
Yo podría predicar mil sermones, y no amar a Dios. El sometimiento a medias puede parecer bastante bueno a los demás, pero el Señor conoce la diferencia. Podemos levantar las manos en adoración, servir enérgicamente, apoyar a misioneros, e incluso utilizar un lenguaje perfectamente cristiano. Pero, a menos que le estemos obedeciendo, lo más que le estamos demostrando es una dedicación tibia. Las obras no prueban nada. Amar al Señor significa obedecerle.
La Biblia nos dice que el amor a Dios está ligado a la obediencia. El Señor le dijo a Josué que meditara en las Escrituras día y noche (Jos 1.8). Hay que leer la Biblia cada día para poder saber cómo obedecer, y así mantenernos fiel y demostrar amor al Padre celestial.
Por Min. En contacto
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