Leer | 1 Pedro 2.9-17
El llamado de Dios a nuestra vida se extiende más allá del momento en que recibimos la salvación. Él quiere desarrollar en nosotros un carácter semejante al de Cristo por medio de la presencia y el poder del Espíritu Santo. A todo creyente se le ha hecho este llamado a la santificación —la intención de Dios de que todos los seguidores de Cristo vivamos de una manera diferente a la del mundo. Su Espíritu nos capacita para apartarnos de nuestros pecados, y así podamos darnos exclusivamente al Señor. La santificación produce libertad de los deseos que nos mantienen cautivos (Tit 3.3-7).
El llamado al servicio del Señor requiere entrega total. Cuando Dios reveló su gloria a Isaías, el profeta se ofreció a sí mismo por completo (Is 6.8); Pablo entregó todo su ser a Cristo en el camino de Damasco (Hch 9.15-19); El Señor Jesús se rendía cada día a la voluntad de su Padre (Jn 5.19). Una vida de entrega dice: “Señor, lo que sea, cuando sea, donde sea, y como quieras, mi respuesta es sí”.
Una respuesta entusiasta a cada uno de estos llamados prepara al creyente para rendirle cuentas a Dios. La Biblia dice que cada persona será juzgada algún día. Para quienes rechazaron la invitación del Señor a la salvación, significará ira y separación eterna de Él. Pero, para los hijos de Dios, será el día en el que será evaluada nuestra respuesta a su llamado. Solamente las cosas hechas conforme a su dirección y a su manera importarán cuando llegue ese día; todo lo demás no servirá para nada (Sal 127.1, 2).
Dios le está llamando cada día, y quiere hablar con usted de asuntos importantes. ¿Le está escuchando y respondiendo?
Por Min. En Contacto