Lea: Lucas 12.16-20
La idea de morir aterra a muchas personas. Pero los cristianos no tenemos nada que temer. ¡La tumba vacía de Jesús prueba que hay vida después de la muerte!
Los incrédulos que temen a la muerte tienen dos enfoques distintos en cuanto a la vida. Un grupo acumula riquezas, buenas obras, o éxito mundano, con la esperanza de transmitirlo a sus hijos o a instituciones benéficas. Esperan “seguir viviendo” en el recuerdo de quienes se beneficiaron de sus esfuerzos. Pero son raras las personas que siguen siendo recordadas generaciones más tarde. En realidad, ninguna de ellas “sigue viviendo”.
El otro grupo elige reírse ante la perspectiva de la muerte. Su filosofía es: “Comamos y bebamos, porque mañana moriremos” (1 Co 15.32). Su vida parece placentera desde afuera, pero, ¿puede usted imaginar una manera más frívola de vivir? Dios no tuvo la intención de que pasáramos por esta vida de una manera tan intrascendente.
He aquí el secreto de la trascendencia: cumplir con el especial y eterno propósito que Dios tiene para cada uno de nosotros en esta vida. No es trabajar duro para dejar una herencia material, o para desperdiciar nuestros días en los placeres. Por el contrario, es para ayudar a los necesitados, influir en nuestro entorno y alcanzar a los perdidos. Y cuando un creyente entra en el lugar celestial que Cristo ha preparado, sigue sirviéndole a Dios.
Para el creyente, la muerte no es un final aterrador. Es la puerta a una nueva vida de servicio al Señor en el cielo. Nuestros días en la tierra son únicamente el comienzo de nuestra existencia. Este tiempo parecerá unos meros minutos en comparación con la eternidad en su presencia.
Por Min. En Contacto