martes, 20 de diciembre de 2022

Un lugar de descanso

 María se quedó con Elisabet como tres meses, y después volvió a su casa. (Lucas 1:56)


Tres meses de paz. Cuando Dios alentó a María a que fuera a visitar a su prima Elisabet, quien también estaba embarazada, le estaba dando un regalo celestial. Durante tres meses no tendría que lidiar con las reacciones de su familia o de José. Al contrario, estaría con dos personas que creían por completo su historia-dos personas que, en vez de dudar o temer o incluso enojarse, se alegraron con ella.


Esos tres meses le permitirían a María superar los malestares de comienzos del embarazo: las náuseas, las fluctuaciones hormonales y los cambios emocionales bruscos. Elisabet la podría ayudar y aconsejar y María, a cambio, podría ayudar con la cocina, la limpieza y las compras que a Elisabet se le iban a hacer pesadas hacia el final de su embarazo. Las dos se ayudarían mutuamente en amor.


Lo mejor de todo: esos tres meses iban a servirle a María para aceptar la maravilla que Dios estaba haciendo a través de ella. Tendría tiempo para pensar en todas las tremendas promesas que el ángel le había hecho, en todo lo que había aprendido acerca del Mesías prometido por Dios y en cómo habría de salvar a su pueblo. Todo eso habría de darle fuerzas para que, cuando llegara el tiempo, pudiera regresar y enfrentar a sus padres y a José, confiando en que Dios se encargaría de todo.


A nosotros Dios también nos ofrece momentos de paz y de consuelo. A veces son cortos-sólo unos minutos en el trabajo, o mientras los niños descansan. Pero cuando llegan, son un regalo de ese Dios que nos ama tanto, que vino al mundo a través del cuerpo de una joven embarazada cansada que necesitaba paz.


Jesús, el Príncipe de Paz, conoce nuestras necesidades y provee para ellas ahora y para siempre. Él ha ganado la verdadera paz para nosotros a través de su muerte y resurrección. Cuando lo necesitamos, podemos pedirle que nos ayude dándonos descanso.


Por CPTLN