lunes, 12 de diciembre de 2022

Editando nuestra vida

 Salmo 25:1-10


Tú, Señor, eres todo bondad. Por tu misericordia, acuérdate de mí; pero olvídate de que en mi juventud pequé y fui rebelde contra ti. (Sal 25:7)


Si toda nuestra vida estuviera filmada en una cinta, seguramente usaríamos una tijera para recortar buena parte de esas escenas «olvidables». Sólo dejaríamos lo que nos favorece. Lo que se recuerde o se olvide, incide en nuestra suerte como «actores» de la vida.


¿Se acuerda Dios de nosotros? ¿Qué parte de la película se guarda? Hay quienes viven pensando que Dios está en deuda con ellos. Piensan que han sido poco premiados por la crítica del prójimo, o por Dios mismo. Se acercan a Dios recordándole sus «buenas escenas», con la intención de forzarlo a cumplir sus deseos.


Es mejor que Dios se olvide de ciertas cosas al tratar con nosotros. La única manera de salir bien parados ante Él, es que nos trate de acuerdo a su misericordia y no según nuestros méritos. Si no fuera por el amor y la misericordia de Dios, estaríamos perdidos sin remedio. En su misericordia, Él «decide» no ver esas escenas en las que salimos mal parados: orgullo, falta de amor, deseos que ofenden su santidad. Incluso en las escenas que consideramos «buenas», nos salimos del libreto.


La misericordia divina tiene un nombre: Jesús. Él viene a «poner el cuerpo» por nosotros, para hacer bien lo que nosotros sólo podemos hacer mal. Dios recorta las escenas vergonzosas de nuestra vida y las reemplaza con las de su Hijo, el actor principal de nuestra salvación. Dios toma el sufrimiento, la obediencia y el clamor de su Hijo, y los pone en lugar de nuestras escenas fallidas. No es que seamos buenos actores: es que él es un benévolo editor. Confiemos, entonces, en su misericordia.


Por CPTLN