Lucas 2:1-14
¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Paz en la tierra a todos los que gozan de su favor! (Lc 2:14)
En el Edén había quedado claro que Dios no dejaría a la deriva aquello que había creado con tanto amor y dedicación. Dios no renegó de su creación. Es que los humanos habíamos sido creados para vivir cerca de Dios. Por siglos, Dios daría señales intensas de ese amor profundo y demostraría su afecto entrañable que quiere atraernos cerca de su corazón. Y también por siglos, los seres humanos rehuimos de ese abrazo que Dios quería estrecharnos.
En Belén se nos muestra hasta qué punto Dios estuvo dispuesto a llegar, por amor. La brecha entre el santo y el pecador, entre el cielo y la tierra, iba a cerrarse a través de su auto-entrega misteriosa: Dios iba a atravesar el abismo haciéndose humano para estar con nosotros, para actuar por nosotros, para ser nuestro Emanuel. A través de Jesús-el Dios encarnado-se tendería un puente precioso entre el Creador y su creatura. Por ese puente Dios viene a la tierra y el hombre asciende al cielo.
La navidad le devuelve la gloria a quien la merece y la paz a quien la ha perdido: a Dios y al hombre. Cuando el hombre quiso robarle la gloria a Dios en el Edén, se acabó la paz. Cada vez que con nuestros pensamientos, palabras y obras, le disputamos la gloria a Dios, la paz deviene en conflictos, dolores y muerte. Ahora, en Belén, la paz vuelve a ser una posibilidad cierta: en Jesús, los seres humanos pecadores gozamos del favor de Dios. ¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Paz a los hombres!
Por CPTLN