martes, 22 de noviembre de 2022

La venganza

 “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. (Romanos 12:19)


Lectura: Romanos 12: 17-21.



Hay muchas maneras que tenemos a nuestra disposición para vengarnos, algunas muy finas. Podemos hacer caso omiso de la persona que nos ha ofendido. Podemos girar la cabeza con le vemos, hacer ver que no le hemos visto. Podemos ponerle una cara que lo dice todo sin abrirnos la boca. ¡Podemos pedir oración por él! Podemos hablar mal de él en confianza con nuestros amigos. Podemos guardar rencor en nuestro corazón. Podemos desearle mal. Podemos tener conversaciones con él en nuestra cabeza en que le dejamos sin nada que responder. Podemos orar al Señor para que le castigue. Estas son algunas de las maneras más sutiles. Las hay más agresivas. Podemos insultarle, pegarle, hacer daño a sus hijos, denunciarle ante la ley, o pensar en maneras de hacerle daño. Toda conducta de esta clase no es propia de creyentes. Es como los del mundo actual cuando están ofendidos. Si queremos ser como nuestro Padre que está en los cielos, hemos de devolver bien por mal.

Pedro escribe de cómo actuó Cristo cuando fue maltratado: “¿Qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo buen sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios. Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas: el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecía, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2:20-23). ¡Cuánta enseñanza hay aquí! Cristo dejó la venganza en manos del Padre, el Juez Justo, que se encarga de nuestra causa y mide justamente la retribución. Él sabe toda la verdad y es el único que puede juzgar, ¡y lo hace! Ha dado palabra que lo hará cuando firmó su nombre: “Yo Jehová”. Esta es la promesa de Dios que hará justicia en su momento (Deut. 32:35).

Si nosotros intentamos hacer justicia por nuestra cuenta para defendernos, somos un estorbo, pues no dejamos lugar a la ira de Dios. Nos ponemos en medio, intentando hacer las veces de Dios. Esto es un error muy grave, porque muestra que no tenemos confianza en que Dios es el Juez Justo, nos creemos más justos que Dios. Muestra también que no tenemos paciencia, y que creemos más en nuestra propia justicia que en la de Dios. También muestra que no hemos perdonado, y si queremos que Dios nos perdone, tenemos que perdonar nosotros (Mateo 6:14, 15).

Así que el agravio por parte de otra persona pone a prueba nuestra fe y confianza en Dios. Nos da la oportunidad de poner en práctica lo que hemos aprendido del ejemplo de Dios Padre (Mat. 5:45) y del Señor Jesucristo (1 Pedro 2:20-23). Por tanto, gracias a Dios por estás pruebas, que son una oportunidad para glorificar a Dios al mostrar cómo es Él a los que nos hacen daño. ¡Qué el Señor les bendiga!


Enviado por el Hno. Mario Caballero