Al predicar la verdad sobre Jesucristo en Hechos 2, Pedro dejó a miles de oyentes haciéndose la misma pregunta: “¿Qué haremos ahora?”
La respuesta del apóstol es sencilla: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados” (v. 38). Como resultado, 3.000 personas fueron añadidas a la nueva iglesia ese día (v. 41).
¿Es este el mensaje de la mayoría de las iglesias de hoy en día? ¿Parece extraño que Pedro dijera “arrepentíos” en vez de “creed”? En realidad, la Biblia utiliza a menudo estos conceptos de manera semejante. Es que el arrepentimiento y la fe son dos caras de la misma moneda: ambos son esenciales para la salvación, y cada uno depende del otro.
En efecto, en términos de la salvación, no se pueden separar la fe y el arrepentimiento. Para ser salvo, usted debe poner su fe en Cristo para el perdón de los pecados. Esa decisión de fe requiere arrepentirse de su manera de vivir. Ambas cosas suceden simultáneamente.
Sin embargo, muchas personas creen erróneamente que deben cambiar antes de poder entregar su vida a Cristo. El arrepentimiento no significa que debamos cambiar y “limpiarnos” para poder recibir a Cristo como Señor. La verdad es que no debiera haber ninguna demora o separación entre el momento del arrepentimiento y la fe.
Si usted está posponiendo una decisión por Cristo hasta que crea que está “listo”, o que es “digno”, está esperando en vano. Jesús está listo para recibirle ahora mismo.
Por Min. En Contacto