«Mi Señor, mi fortaleza, ¡yo te amo! Mi Señor y Dios, tú eres mi roca, mi defensor, ¡mi libertador! Tú eres mi fuerza y mi escudo, mi poderosa salvación, mi alto refugio. ¡En ti confío! Yo te invoco, Señor, porque sólo tú eres digno de alabanza; ¡tú me salvas de mis adversarios! Los lazos de la muerte me rodearon; ¡me arrolló un torrente de perversidad! Pero en mi angustia, Señor, a ti clamé; a ti, mi Dios, pedí ayuda, y desde tu templo me escuchaste; ¡mis gemidos llegaron a tus oídos!»
Salmo 18:1-4; 6
¿Qué le dirías a alguien que te hace sentir seguro? ¿Qué le dirías a alguien que te protege y te salva de todo enemigo, a alguien que te escucha y auxilia cuando necesitas ayuda? ¿Cómo expresarías tu gratitud a alguien que te libró de la muerte, que escuchó tu pedido desesperado de socorro?
El poeta bíblico lo hizo de esta manera: «Mi Señor, mi fortaleza, ¡yo te amo!» (Salmo 18:1). Jesús te ama, él te ofrece libertad y vida. ¡Declárale también tu amor!
Por CPTLN