lunes, 25 de julio de 2022

A la luz de su Palabra

 «Tu palabra es una lámpara a mis pies; ¡es la luz que ilumina mi camino!» Salmo 119:105

Anna lleva una carga pesada: su hijo está en la cárcel. Anna ama a su hijo, y por eso es que hace todo lo que puede para alentarlo a enmendar su camino, a pedir el perdón que viene a través de Jesucristo, y a ser transformado por el poder del Espíritu Santo. La mejor manera en que Anna sabe hacer esto es enviándole a su hijo pasajes de la Biblia.

Por su lado, las autoridades de la cárcel tratan de desalentarla para que no lo siga haciendo, abriendo las cartas que le envía, y recortando toda mención de las Escrituras. El abogado de Anna dice: «Algunas de las cartas están llenas de pasajes de la Biblia, así que lo único que su hijo puede leer es solamente el final de la carta, donde ella se despide diciendo «te quiero»…»

El abogado agrega que esta no es una situación aislada. Otras organizaciones que tratan de distribuir Biblias a los presos también se han encontrado con resistencia de parte de las autoridades, quienes dicen que tales materiales pueden ser «peligrosos».

¿Peligroso? ¿En qué sentido? Tal vez si uno le diera a un preso una Biblia de las gruesas que se imprimían hace cien años, de esas que tienen coberturas de madera y que pesan aproximadamente 30 libras, quizás sería peligroso porque podría ser usada como un arma. Pero, aparte de eso, no se me ocurre otra razón por la que las Escrituras podrían ser peligrosas.

La transformación que sucede en los corazones pecadores cuando se enfrentan al sacrificio del Salvador y cuando el Espíritu Santo les da fe y perdón, no es nada menos que un milagro divino. Los libros de historia están llenos de relatos de almas pecadoras que, por la Palabra Santa, han sido llevados de la oscuridad a la luz.

Lo que no es sino otra manera de decir que el ladrón en la cruz no fue la última persona que se salvó al tener un encuentro con el salvador Jesucristo.

Por CPTLN