Cuando Judas, el que lo había traicionado, vio que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos. Mateo 27:3
Judas no completó el camino al Calvario. Había comenzado el camino al pie del Monte de la Transfiguración junto con Jesús y el resto de los discípulos. Había escuchado a Jesús contar lo que iba a suceder en Jerusalén. Había visto los milagros. Había escuchado sus enseñanzas. Había visto el amor y la compasión que Jesús tenía por todos. Había estado entre los que Jesús había enviado, y había visto el poder de Dios en acción.
Como informó Pedro a quienes se habían reunido después de la Ascensión con respecto a Judas: «Judas se contaba entre los nuestros y participaba en nuestro ministerio» (Hechos 1:17).
Sabemos que se llenó de remordimiento. Sabemos que trató de deshacer lo que había hecho, devolviendo las 30 monedas de plata. Quizás trató que los jefes de los sacerdotes tuvieran compasión de él, pero su respuesta fue: ‘¿Y eso a nosotros qué nos importa?’, respondieron. ‘¡Allá tú!’ (Mateo 27:4b).
Si tan sólo hubiera ido a Jesús y recibido el perdón que el Cristo estaba ganando para él a través de su sufrimiento y muerte…
Ese perdón está a disposición de cada uno de nosotros cuando reconocemos nuestros pecados–sin importar cuán malos sean–y nos volvemos a Jesús.
Por CPTLN