Hebreos 12.1-3
Puesto que Dios tiene sabiduría y conocimiento plenos, sabe exactamente cómo debe vivir cada uno de sus hijos (vea Ro 11.33). Sin embargo, a veces nos cuesta entender que es así.
La duda es una de las razones por la que desaprovechamos lo que el Padre celestial ha dispuesto. Nos preguntamos si está realmente interesado en nuestros problemas y cuestionamos la viabilidad de sus soluciones.
El sentimiento de indignidad también hará que tropecemos. Mire lo que sucede cuando Dios revela escenarios maravillosos para nuestro futuro. Al pensar que somos indignos, nos negamos a creerle.
El ajetreo a menudo nos aleja de los caminos del Señor; pues al estar demasiado atados a otras cosas, dejamos de preguntarle a Dios qué desea para nosotros, y por tanto, cometemos errores.
El temor viene en dos formas para hacernos tropezar. Una es la ansiedad de que Dios nos pida que hagamos algo que no queremos hacer. La otra es nuestro miedo a fracasar en lo que nos pida que realicemos. Ambas preocupaciones nublan nuestro juicio y obstaculizan nuestra capacidad de obedecer a Dios.
El pecado deliberado persistir en pensamientos o acciones aun cuando sabemos que no están bien, nos impide vivir en el centro de los propósitos de Dios. Nuestro santo Padre no tolerará tal pecado.
Reemplace los cinco obstáculos mencionados por la siguiente verdad: La cruz de Cristo revela que Dios es confiable y que somos valiosos a sus ojos. Ella proclama la importancia de Jesús en nuestra vida, subraya la perfección de los planes de Dios y apunta a nuestra libertad de la esclavitud del pecado.
Por Min. En Contacto