1 Juan 4.7-10
Sin un sentido de propósito no hay esperanza. Pero el Señor creó a cada persona para amar a Dios, y para ser amada por Él. El Señor nos busca, y hace todo mediante su poder infinito para revelarse a sí mismo. El Señor quiere que cada persona entienda quién es Él y reaccione con adoración y entrega. El amor de Dios es:
Personal. El cristianismo se distingue de las religiones del mundo, porque nuestro Dios desea tener una relación personal con cada hombre, mujer y niño. Su amor y su cuidado no están limitados a un solo grupo de personas; Él las ama a todas de manera individual y específica, y desea relacionarse estrechamente con cada ser humano.
Incondicional. Es así por ser Dios quien es (1 Jn 4.8), no por lo que hace. Nada acerca de su carácter o conducta podrá hacer que nos ame más, o nos ame menos. Tampoco su amor y su interés son limitados, porque Dios es infinito y eterno.
Disponible para todos. Es inagotable, y llega más allá de toda barrera que el hombre pueda poner contra Dios. El Señor no tiene favoritos, pero sí íntimos. Estos últimos son sus seguidores dispuestos a pasar tiempo con Él hablando y escuchando, andando en obediencia y deseando conocerle y amarle con todo el corazón. El Señor quiere que todos elijamos esta clase de relación.
El Padre celestial no dice simplemente que nos ama; lo demostró entregando a su Hijo para que fuera sacrificado por nuestros pecados. Quienes no han puesto su fe en el Salvador pueden pasar por esta vida ajenos a la divina bendición del amor y cuidado excepcionales del Señor. ¡Qué pérdida tan grande es vivir sin sentirse amado, a pesar de tener la oferta del amor eterno de Dios!
Por Min. En Contacto