“Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna” (1 Tim. 6:11, 12).
Pablo también advierte contra el amor al dinero. Hemos de apartarnos de los que utilizan el evangelio para enriquecerse: “Toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales” (6:5). En esta categoría están todos los evangelistas que piden dinero a sus audiencias para luego vivir con abundancia de lujo. Hemos de huir de ellos. También hemos de rechazar una vida centrada en el trabajo para ganar dinero: “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contento con esto, porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombre en destrucción y perdición” (6:6-9).
Todo lo contrario a este estilo de vida es la que nosotros hemos de seguir: “sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre”. No son valores materiales, sino espirituales. No tienen nada que ver con metas adquisitivas, de estatus, reconocimiento; o con metas carnales de pasarlo bien y disfrutar de la vida. Son metas que tienen que ver con nuestro carácter y nuestras relaciones con los demás. Estas son nuestras asignaturas para este año. Por un lado estas virtudes son obra del Espíritu Santo, pero por otro, son nuestra responsabilidad. Hemos de esforzarnos en ellas. No podemos ser pasivos. El Espíritu Santo no nos es dado para que no tengamos que esforzarnos en ser justos, sino para hacer posible nuestro esfuerzo. Cada noche podríamos repasar la lista a ver cómo hemos ido en cuanta a estas seis cosas. ¿He sido justo en el día de hoy en mis relaciones con los demás?
La piedad consiste en vivir cara a Dios y para Él. Es cultivar nuestra relación con Él, entregarnos a Él y a su voluntad. ¿Qué haré para conseguirlo este año?
Enviado por el Hno. Mario Caballero