Leer | FILIPENSES 2.1-7
El Señor Jesús desafió las expectativas que tenía el mundo en cuanto al Mesías. Muchos judíos de aquel tiempo aguardaban la llegada de un rey poderoso que los liberaría de los romanos -—estaban listo para servir y adorar esa clase de mesías. En cambio, el Salvador era un hombre humilde que no lo pensó dos veces para lavar unos pies sucios.
Aunque Jesucristo pudo haber borrado la presencia romana de la región, y luego ser glorificado como un gobernante terrenal, Él fue muy claro en cuanto a su razón para estar aquí: vino a servir, no a ser servido (Mt 20.28).
De hecho, Pablo se refiere al Señor Jesús como un trabajador de la clase más baja —un esclavo. Este tipo de trabajador era responsable de las tareas más humildes de la casa, incluyendo el lavado de los pies. Cristo vino al mundo preparado para hacer el trabajo que fuera necesario, para llevar a los hombres a conocerle como Salvador. El Señor valora cada alma.
Zaqueo, un despreciado cobrador de impuestos, recibió su atención y su amor, como también el fariseo Nicodemo y el joven rico (Lc 19.1-10; 18.18-25; Jn 3.1-8). El Señor Jesús también pasaba tiempo con la gente del peldaño más bajo de la escala social, sanando a los enfermos y afligidos, y hablando con los niños.
La vida de un siervo no está enfocada en sí mismo, sino en Dios y su obra. La Biblia nos llama a servir al Padre, siguiendo las pisadas del Hijo. Los creyentes nunca deben referirse a Jesús como débil; pero los que van tras la definición de éxito que tiene el mundo, probablemente sí lo harían. ¿Está usted preparado para aceptar la humilde posición de un siervo?
Por Min. En Contacto