Leer | Lucas 1.26-38
¿Entendemos el alto costo de ponerle límites a nuestra entrega a Cristo? Incontables almas dejarán de escuchar las buenas nuevas; obreros cristianos, que tanto se necesitan, no pondrán en acción su fe; y oraciones que podían haber sido contestadas, nunca se dijeron.
Pero estamos totalmente rendidos a Dios . . .
- Cuando decimos: “No importa lo que yo quiera, Señor, que se haga tu voluntad”. Comenzamos por reconocer su derecho a tener el control de nuestras vidas.
- Cuando dejamos de negociar con Dios. Nuestras oraciones suelen sonar así: “Señor, estoy dispuesto a hacer lo que dices si solo me ayudas primero [o me sanas, o me prosperas en . . . ]” Como pecadores condenados por nuestra propia naturaleza, e incapaces de salvarnos a nosotros mismos, no tenemos ninguna base para negociar con Dios. Él nos redimió por la sangre derramada de su Hijo y nos hizo parte de su familia. Nuestra fidelidad a Él tiene que ser incondicional.
- Cuando renunciamos para recibir de Dios. La entrega total significa que decimos adiós voluntariamente a nuestra independencia, a nuestra autodeterminación y a nuestras preferencias personales (Mt 10.39). Al hacerlo, nos posicionamos para un derramamiento de las bendiciones de Dios al máximo; para ser usados plenamente en su servicio; y para tener una profunda comunión con Él.
¿Qué ha traído el Señor a su mente, que ha dejado de entregarle plenamente? ¿No quisiera ponerse de rodillas y rendirle eso hoy mismo?
Por Min. En Contacto