Leer | Juan 5.15-19
A lo largo de la Biblia vemos a Dios trabajando en la vida de las personas. A veces, actúa de manera dramática, como cuando abrió el Mar Rojo para que los israelitas escaparan del ejército egipcio. En otras ocasiones, puede parecer que no está haciendo nada. Marta y María mandaron a decir a Jesús que su hermano necesitaba su ayuda, pero Cristo se demoró antes de llegar a ellas (Jn 11.3-6).
El Espíritu Santo nos ayuda a reconocer la presencia y el trabajo de Dios. Lo hace mediante el cultivo de nuestra capacidad de discernir cuándo y dónde está el Señor obrando.
Además de discernimiento espiritual, tenemos que desarrollar paciencia, porque Dios actúa conforme a su plan, no al nuestro. A Abraham se le prometió una descendencia numerosa, pero hubo una larga espera antes de que su esposa concibiera; de hecho, él y Sara ya no estaban en los años fértiles.
El trabajo del Señor puede proporcionar gozo, como fue el caso de Ana, cuando se convirtió en madre (1 S 1.27-2.1). Su plan puede también dar lugar a períodos dolorosos, como fue la experiencia de José. Antes de que el Señor lo elevara a una posición de autoridad para ayudar a su familia, fue vendido como esclavo y encarcelado injustamente.
Jesús dijo a sus discípulos que su Padre trabajaba siempre, y que Él también hacía lo mismo. Seremos alentados y fortalecidos en nuestra fe si reconocemos las maneras como Dios está actuando. Estas señales de su trabajo nos motivarán a perseverar hasta el final y a mantener su perspectiva en cuanto a la vida.
Por Min. En Contacto