miércoles, 1 de diciembre de 2021

Una mirada a la tierra prometida

 «Moisés subió desde los campos de Moab hasta el monte Nebo, hasta la cumbre del Pisgá, que está enfrente a Jericó, y allí el Señor le mostró toda la tierra… Allí el Señor le dijo: ‘Ésta es la tierra que juré dar a los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob. Te he permitido verla con tus propios ojos, pero no entrarás en ella.'»

Deuteronomio 34.1- 4

Es probable que José y María hayan hablado acerca de lo que Moisés habrá visto de la cima del monte Nebo, y que hasta hayan cantado las canciones que su pueblo había estado cantando por siglos.

Quizás hasta hayan recordado los tiempos difíciles que su pueblo había tenido que vivir en esos lugares. En los tiempos de José y María, los romanos dominaban esas tierras. Pero la promesa que Dios había hecho no era sólo con respecto a la tierra. Él también había prometido que habría de venir un Mesías, descendiente de David, que nacería en Belén. Ellos se acercaban a Belén siendo descendientes de David, y en el vientre de María se encontraba la gran promesa de todos los tiempos.

Probablemente se preguntaran qué significaría esa promesa para el niño, y que significaría el niño para esa Tierra Prometida. Y quizás por un momento hayan podido comprender, al menos un poco, el impacto que ese niño prometido habría de tener para el mundo entero.

Nosotros también estamos camino a Belén, pero ya sabemos lo que le sucedió a Jesús, el Prometido de Dios, y ya hemos visto el impacto que hizo en la Tierra Prometida. Lo que aún no se ha revelado, es el impacto que va a hacer en cada uno de nosotros. ¿Qué significa tener a Jesús, el Prometido de Dios, en nuestra vida?

Por CPTLN