Y con gran gozo sacarán ustedes agua de las fuentes de la salvación.
Isaías 12:3
Hay lugares a los que nos cuesta ir. Por ejemplo: al médico, al dentista o a hacer un trámite que sabemos nos va a llevar bastante tiempo de espera. Por lo general posponemos hacerlo hasta que ya no podemos esperar más. Por otro lado, si alguien nos invita a ir de paseo, a salir a comer o a ir a pescar al río, no dudamos en acomodar responsabilidades y asuntos pendientes para estar libres y poder ir. No nos pesa ir a esos lugares donde sabemos que disfrutaremos de un momento de alegría.
De la misma manera, el profeta Isaías anticipa que todos los hijos de Dios experimentarán una alegría superior cada vez que se acerquen a la fuente de la salvación, es decir, a Jesús. La imagen que ofrece el profeta es evidente: en un lugar desértico donde el agua escasea, llegar a la fuente de donde fluye agua fresca, pura y sin límites, debe ser el momento más sublime y relajante para el exhausto viajero. Antes de eso sólo tiene incertidumbre sobre el futuro, y desesperación porque la sombra de la muerte comienza a crecer a su alrededor. Pero, una vez que sabe dónde está la fuente de la salvación, corre hacia ella. Sabemos que en Jesús está nuestra salvación, por lo que corremos entonces hacia él. Cuando llegamos a su presencia experimentamos el gozo de la salvación, porque nos consuela con su perdón, que es el agua que nutre nuestro cansado espíritu. Jesús nos invita a que vivamos reflejando en todo momento la alegría que nos dio en el agua del bautismo, para que esa vida verdadera produzca también en nosotros frutos dignos de un hijo de Dios.
Por CPTLN