“Y dio Labán a Raquel su hija su sierva Bilha por criada. Se llegó también a Raquel, y la amó también más que a Lea”
(Gen 29:29, 30).
Al meditar en esta historia pueden surgir ciertas preguntas, por ejemplo: ¿Apoya la Biblia la poligamia? No. La hace constar como hecho histórico y relata los resultados trágicos que produce. ¡Dios usó la poligamia para dar origen a las doce tribus de Israel! ¿Utiliza Dios el pecado para cumplir sus propósitos? Sí. La crucifixión de Cristo es el ejemplo supremo: “A éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole” (Hechos 2:23). ¿Aprueba Dios del pecado? No. ¿Encaja en su plan eterno? Sí. ¿Esto lo podemos entender? No. Absolutamente todo en la historia de la raza humana está impregnado con el pecado. Dios lo toma en cuenta y lo incorpora en sus propósitos. Su obra se lleva a cabo dentro de la realidad de nuestra condición humana. Utiliza el pecado en nuestras vidas y el pecado cometido contra nosotros para realizar lo que tiene en mente. Utilizó el pecado de Labán para quebrantar a Jacob. Utilizó el pecado de Jacob para cumplir su obra en su madre y en su hermano. Su padre también pecó al permitir el favoritismo en su hogar. Y el resultado es todo esto que estamos viendo ahora, porque el pecado de una persona es un enorme enredo que tiene consecuencias que afectan muchas vidas. Jesús vino para desenredarlo todo: “Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1 Juan 3:8).
Pues, aquí está Jacob con dos esposas, y una, Raquel, no puede tener hijos, lo mismo que pasó a Rebeca (Gen. 25:21), y lo mismo que pasó a Sara (Gen. 17:17). La línea santa no vino sino con intervención especial de parte de Dios. Estas mujeres dieron a luz a pesar de su esterilidad natural, por obra directa de Dios, pero no sin mucho sufrimiento previo, porque Dios creó a la mujer para reproducirse y la mujer lleva este deseo muy adentro. “Viendo Raquel que no daba hijos a Jacob, tuvo envidia de su hermana, y decía a Jacob: Dame hijos, o si no, me muero” (Gen. 30:1).
Dios está dando hijos a Jacob en la tierra de su peregrinaje: Lea: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón. Bilha, sierva de Raquel: Dan, Neftalí. Zilpa, sierva de Lea: Gad, Aser. Raquel: José, Benjamín. Dios incluso usó la rivalidad entre las dos hermanas para que deseasen tener más hijos, aun por medio de sus siervas, algo que se hacía con frecuencia en aquellos días. Sara había utilizado este método y el resultado fue Ismael. Ahora Lea and Raquel están usando este método y el resultado son las doce tribus de Israel, los doce hijos de Jacob. ¿Por qué en el caso de Sara lo censuramos, pero en el caso de Lea y Raquel no? ¿Es porque en el caso de Sara resultó en un rival para el hijo de la promesa, pero en el caso de estas dos hermanas el resultado fue para la bendición de Israel, para fundar la nación? ¿Acaso depende del resultado?
Toda la historia de estos nacimientos está marcada por rivalidad, celos, envidia, desprecio, dolor, odio, frustración, enfado y egoísmo. ¡Pero el resultado fue el pueblo de Dios! “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveramos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera” (Romanos 6:1, 2). Si no fuese por la gracia a pesar de nuestro pecado, no habría ningún Israel, y no existiría ninguno de nosotros. Dios nos habría fulminado a todos. La gracia de Dios en medio de nuestro pecado nos sobrecoge. Es el único trasfondo humano que hay, y es el que Dios usa para prepararnos para recibir el evangelio. Jesús vino a mundo para salvar a pecadores.
Enviado por el Hno. Mario Caballero