viernes, 1 de octubre de 2021

Abigail

 “No haga caso ahora mi señor de este hombre perverso, de Nabal; porque conforme a su nombre, así es. Él se llama Nabal (Insensato), y la insensatez está con él; mas yo tu sierva no ví a los jóvenes que tú enviaste”

 (1 Sam. 25:25)

A lo largo de la historia, Abigail ha servido de ejemplo para mujeres casadas con hombres insensatos. Cuanto más meditamos en su vida, más aplicación sacamos para la nuestra. Esta mujer tenía un marido duro, iracundo e imposible de hablar con él. Ni sus empleados le respetaban; ni se atrevían decirle nada. Derrochaba su dinero en sí mismo. Se daba banquetes, ¡y ni siquiera invitaba a su mujer! Bebía y se emborrachaba. ¡Qué ejemplo de egoísmo, y qué difícil la convivencia con él!

Abigail en cambio, es un ejemplo de prudencia. Para la mujer que comparte su suerte, ella es toda una inspiración. No se nos dice que el marido la pegara o abusara de ella; en tal caso el camino a seguir habría sido otro. Aunque la vida con él era muy dura, no la vemos anulada, ni histérica, ni compadeciéndose de sí misma, ni enfadada, ni resignada, ni amargada. No se hacía la víctima. Era guapa y se arreglaba, no estaba dejada, sumergida en una depresión. En tal caso, David no la habría deseado para esposa. Fue atraído a ella por su físico además de por su sabiduría. Esta mujer estaba muy espabilada y al tanto de todos los detalles de su casa. Administraba bien sus bienes para darle al marido el mayor rendimiento de ellos. No vivía en una relación de codependencia con él, a la merced de sus humores. Tenía vida propia y la vivía con inteligencia. Dentro de todo, la vemos feliz, porque su felicidad no dependía de su marido. No necesitaba, ni intentaba, cambiarle. Vivía dentro de su realidad presente.

Si estás casada con un hombre así, tampoco intentes cambiarle. Date cuenta de que es así y que no hay nada que tú puedes hacer para cambiarle. Administra bien sus bienes, defendiéndole de sí mismo, aun sin consultarle, si procede, si estás obrando en su mayor interés. Toma iniciativas para su bien. Actúa. Sé bondadosa con él aunque no se dé cuenta. Dios, sí. No pienses menos de ti misma por estar casada con un hombre así. No te culpes por sus fallos. Abigail pidió que David la perdonase por sus faltas, no porque eran suyas, sino para salvarle la vida. Esta es la forma correcta de interceder delante de Dios. Ella sabía sobradamente que la culpa no era de ella. Y, como ella, no dejes que él afecte tu relación con el Señor. Sigue siendo una mujer de tremenda fe. No busques una salida fácil. Echa mano de la paciencia que viene de Dios para soportarlo, y Dios también te dará la salida (1 Cor. 10:13). El Señor sabía cuando era el momento para quitarle este marido y darle otro y lo hizo, a su tiempo. Tenemos a una amiga que llegó al límite con su marido (Dios lo sabía), pero no esperó la salida del Señor, sino que se divorció de él. Él murió poco tiempo después y, por estar divorciada, se complicó mucho toda la cuestión de la herencia. Mientras esperamos, Dios está obrando sus maravillas en nuestro carácter. Perdona e intercede, y no pierdas tu dignidad. Como Abigail, mantente tan hermosa y dinámica como el primer día, y también servirás como ejemplo de una espiritualidad práctica, para la gloria de Dios.

Enviado por el Hno. Mario Caballero