“Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, por cuanto no creen en mí, de justicia por cuanto voy al Padre y no me verán más; y de juicio por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado” (Juan 16: 8-11).
El Dr. Martyn Lloyd-Jones en su libro “Dios el Espíritu Santo”, tiene un capítulo dedicado a estos versículos en los cuales expone su significado vital de una manera nueva y convincente. En el texto original no dice “convencerá al mundo”, sino “declarará al mundo”. No es la descripción de cómo un alma llega a la salvación, sino el testimonio que el Espíritu Santo dio al mundo incrédulo cuando descendió en el Día de Pentecostés. No está hablando de la obra del Espíritu Santo a convencer de pecado en las profundidades del alma, sino del pecado que el mundo cometió cuando no creyeron que Jesús de Nazaret fue el Hijo de Dios y el Mesías prometido, sino que le rechazaron, y le crucificaron como impostor, cuando el mundo clamó: “¡Crucifícale; crucifícale!”, y le clavaron en una cruz. La venida del Espíritu Santo en el Día de Pentecostés declara al mundo su equivocación, que Jesús realmente era el Mesías, el Hijo de Dios, el Salvador del mundo (Hechos 5:29-32). ¿Cómo lo hace? Por medio del cumplimiento de la promesa de Joel, el Espíritu Santo declara que Jesús es el Cristo. El pecado del mundo fue no creer en Él.
“De justicia, por cuanto voy al Padre”. El texto no significa que por su resurrección y ascensión Dios establece la justicia de Jesús, sino que Dios nos justifica a nosotros por la obra de Cristo. La resurrección lo demuestra y la venida del Espíritu Santo es la prueba final de que Jesús logró nuestra justificación en la Cruz. Su venida es el broche de oro, la guinda en el pastel, es la última y definitiva prueba de que Cristo es el Hijo de Dios y el Salvador del mundo. La venida del Espíritu Santo muestra que la justificación es por la obra de Cristo, no por cumplir con las exigencias de la Ley o por el esfuerzo humano para ser moral: “Cristo Jesús nos ha sido hecho justificación” (1 Cor. 1:30). Jesús es nuestra justicia, y así es como el hombre se justifica delante de Dios.
“De juicio por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado”. Ha sido juzgado como resultado de la obra de Cristo en la Cruz. La venida del Espíritu Santo en el día de Pentecostés fue la prueba definitiva de la derrota de Satanás y del juicio que se ha pronunciado sobre él. Juan 12:31: El príncipe maligno fue echado fuera con la muerte de Cristo. En la Cruz, Jesús juzgó y derrotó al diablo y todo el mundo fue atraído a Jesús (Juan 12:32, 33). La muerte, resurrección y ascensión de Cristo y la venida del Espíritu Santo fueron la prueba y la proclamación al mundo de la derrota del Satanás. Satanás ha sido juzgado ya por la obra de Cristo en la Cruz, y la venida del Espíritu Santo lo proclama. Y a partir de aquel momento Cristo ya tiene toda la potestad sobre el mundo: “Toda potestad me es dado” (Mat. 28:18, 19)dijo Jesús después de resucitar. Satanás controlaba todos los países menos Israel antes de la cruz por medio de religiones falsas. Ahora, por medio de la obra de Cristo, todo el mundo puede venir a Dios por la fe en Él. En el día de Pentecostés, el evangelio fue predicado en todos los idiomas significando que Jesús es Salvador para todo el mundo.
Enviado por el Hno. Mario Caballero