martes, 15 de junio de 2021

Si nos provocan a hacer el mal

  “No devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición” (1 Ped. 3:9).

¿Qué nos motivaría a no devolver mal por mal? El temor a Dios. Pedro dice (omitiendo algunas palabras para hacer el sentido más claro): “No devolviendo mal por mal, porque el que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua del mal, apártese del mal, y haga el bien, porque el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal” (1 Ped. 3:9-12). Su argumento es que si nosotros hacemos el mal, aun si es porque otros nos han provocado a hacerlo, ¡el rostro del Señor estará en contra nuestra! Por eso, Pedro cita este salmo, para que no nos venguemos. Está hablando a creyentes que están siendo criticados y calumniados (v. 16). En medio de este sufrimiento, si devolvemos mal por mal, si nuestras lenguas hablan el mal o si hacemos el mal, la vida nos irá mal, no veremos días buenos y tendremos al Señor obrando en nuestra contra, porque Dios es justo y no tolera el mal, ¡aunque lo haga yo! Aunque me estén fastidiando, ¡que no peque! Nunca es justificado devolver mal por mal. Si lo hacemos, somos culpables, igual que el otro, y pagaremos las consecuencias.

        “Los ojos del Señor están sobre los justos”, en este contexto, se refiere a los que siguen siendo justos a pesar de tener fuerte tentación a hacer el mal. El justo hace justicia aun cuando otros le provocan a ira, le agotan la paciencia y le sacan de quicio.

        Aquí hay una promesa preciosa de gran consuelo: “Los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones” (v. 12). El Señor tiene sus ojos puestos en nosotros. Está pendiente. Sabe lo que nos pasa. Es muy consciente cuando alguien nos está provocando, y cuando ve nuestra reacción justa, se complace en nosotros. Entonces sus oídos están atentos a nuestras oraciones.

La promesa es que Dios oye nuestras oraciones. Estamos viviendo una situación difícil. Algunos nos están provocando continuamente. Si respondemos correctamente y no pecamos con nuestra boca o con nuestras acciones, Dios oye nuestras oraciones. Podemos pensar que no, porque la situación no cambia, pero no importa lo que pensamos, la Palabra de Dios dice que sí, que Dios ha oído todas nuestras oraciones. Dios ha visto todo, nos ha escuchado, y está contestando según su infinita sabiduría, y esto lo sabemos porque su Palabra lo dice, y en esta confiamos.

        Y si no estamos en ninguna situación de tentación de decir o de hacer lo malo, todavía la promesa es cierta: Dios nos está viendo. Tiene sus ojos encima nuestra y su oído está abierto a nuestro clamor (Sal. 34:15). Así que, cuando hacemos el bien, tenemos una buena vida, vemos días buenos, y Dios oye y contesta nuestras oraciones. ¡Vamos a agarrarnos a esta promesa!  

Enviado por el Hno. Mario Caballero