viernes, 26 de febrero de 2021

Para qué sirve el enfermo

 Estuve enfermo, y me visitaste…en cuanto lo hicisteis…” (Mat. 25:36, 40).

            Una señora muy mayor lleva muchos años en la cama y no ve que su vida tiene algún propósito. Quiere que el Señor se la lleve y se lo está pidiendo constantemente. Cree que es un estorbo para su familia y que sería mucho mejor si ya no estuviera.  ¿Tiene razón?

            En primer lugar, Dios es el que determina el ciclo de nuestra vida y sabe por qué está permitiendo que esta hija suya viva tantos años. Ella necesita calmarse como el niño destetado (Salmo 131:2) y aceptar que la respuesta a sus oraciones es un no, por lo menos de momento. Por otro lado, toda vida tiene propósito en los planes de Dios. Ella está siendo usada por el Señor en maneras que no entiende, pero podemos aducir algunas para ayudarla:

1.              Está enseñando compasión a sus cuidadores. Al atenderla, aprenden a ponerse en el lugar de la otra persona, a identificarse con su dolor, a consolarla, a hacerla sentirse cómoda al proveerle sábanas limpias, un entorno ordenado, un ambiente agradable, y a ministrarle amor por medio de sus atenciones.     

2.              A la fuerza, sus cuidadores tienen que aprender a sacrificarse por amor a otra persona. Esto es algo que todos necesitamos y nos beneficia grandemente. La madre se sacrifica por sus hijos, el maestro por sus algunos, el pastor por sus ovejas, y el cuidador por su enfermo. Esto nos libra de mucho egoísmo. Nos perfecciona grandemente.

3.              Enseña humildad. El enfermo aprende humildad y el que lo atiende también; aprende el papel de siervo. El enfermo aprende que él es poca cosa, que su vida siempre ha colgado de un hilo, que solo estamos a un respiro de la otra vida, y que somos muy frágiles. Parte de este aprendizaje para el cuidador es hacer tareas muy desagradables en los cuidados íntimos del enfermo, como limpiar úlceras, cambiar pañales, lavar cuñas, y cosas parecidas.

4.              El enfermo aprende paciencia y enseña paciencia. Esta mujer en concreto tiene que esperar con paciencia la llamada del Señor. Y los que están a su alrededor a tener paciencia con ella, si está de mal humor, si está triste, si se le caen las cosas, si repite la misma pregunta muchas veces, si no coordina, si ensucia la ropa limpia que acaban de ponerle.

5.              El enfermo sirve para hacer pensar a los demás. Pueden pensar en lo afortunados que son ellos, en la brevedad de la vida, en la necesidad de cambiar de carácter cuando uno es joven, en que lo que uno siembra de joven, lo siega de mayor, en el valor de la familia, en la vida venidera, en muchas cosas. 

6.              El enfermo, aunque no hable, puede radiar la presencia del Señor. Puede sonreír, agradecer los cuidados, puede ministrar amor a los que le cuidan, serenidad y paz. Puede ministrar al Señor simplemente aceptando su voluntad y confiando en Él, dándole gracias, y alabándole en su corazón.

7.              El tiempo prolongado (según nuestra forma de ver las cosas) sirve para poner en orden el pasado y prepararnos para el futuro con el Señor. Hay tiempo para arreglar las cuentas con familiares, con hermanos de la iglesia, pedir perdón por algunas cosas en las cuales no habíamos pensando antes. Es un tiempo para simplemente ser. El hacer ya se ha terminado. Uno ya se relaja en la cama limpia y disfruta de la presencia de Dios. 

Enviado por el Hno. Mario Caballero