“Mi corazón está dispuesto, oh Dios; cantaré y entonaré salmos; esta es mi gloria” (Salmo 108:1 RV60); “¡Oh ’Elohim, mi corazón está firme! Cantaré y entonaré salmos, Gloria mía” (Salmo 108:1 BTX); “Mi corazón está firme, oh Dios; cantaré y entonaré salmos con toda mi alma” (Salmo 108:1 NVI).
No voy a permitir que nada me haga dejar de cantar. Cuando tengo motivos para estar triste, cuando hay frustraciones, complicaciones, cambios inesperados, cuando las cosas no van como yo había planeado, todavía cantaré al Señor. La vida está llena de cambios, pero he determinado que una cosa no va a cambiar, y esta es mi alabanza al Señor. “Mi corazón está constante”. No va a bajar o subir al son de la música que pone el día. No voy a estar bien si todo va bien, o deprimida si todo va mal. “Entonaré salmos con toda mi alma”. Mis emociones van a estar al servicio de Dios, no controladas por lo que pasa en el día. El corazón y el alma se unen en alabanza continúa a Dios.
Por tanto, cantaré en el primer día de vacaciones y cantaré en el último. Canto cuando llega la familia y cantaré cuando se vaya. Cantaré si apruebo el examen y cantaré si suspendo. Cantaré si el proyecto me sale bien, y cantaré si me sale mal.
Nosotros vivimos en el tiempo y el espacio donde siempre hay cambios. Dios no cambia. Él habita la eternidad, fuera del tiempo. Todo es presente con Él. Los cambios no le afectan. Nada le sorprenda. Nada le turbe. Él no cambia. No puede, porque los cambios son producto del tiempo. Dios es constante. Siempre tengo un Dios estable, constante, firme e inamovible. Siempre está gozoso, cariñoso, cercano, poderoso, misericordioso, lleno de paz y amor, bondadoso, bueno y humilde.
En este salmo, David está pensando en unos enemigos que parecen invencibles: “¿Quién me conducirá a la ciudad fortificado? ¿Quién me guiará hasta Edom?” (Salmo 108:10). Le pregunta al Señor si dejará de salir con los ejércitos de Israel: “Oh ’Elohim, ¿no saldrás más con nuestros ejércitos?” (v. 11). Claro que sí. David ejercita la fe: “¡Con ´Elohim haremos proezas! Él hollará a nuestros enemigos” (v. 13). Con Dios ganaremos la victoria. Él aplastará el enemigo bajo sus pies. Esta es la confianza en Dios que David tiene. Por eso no deja de cantar. No permite que le invadan la duda, la frustración, la incredulidad, o el temor. Dios sí saldrá con sus ejércitos. Ellos pelearán, pero Dios es el que conseguirá la victoria y, por este motivo, David puede cantar antes de la batalla, porque conoce a su Dios, y Dios no cambia.
El apóstol Pablo dijo: “De ninguna cosa me hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo y el ministerio que recibí del Señor Jesús” (Hechos 20:24). En su contexto esta afirmación es muy fuerte. Pablo lo dice sabiendo que nunca más volverá a ver a estos creyentes en Mileto que amaba de corazón. El momento estaba cargado de emoción. “Hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello de Pablo, le besaban, doliéndose en gran manera por la palabra que dijo, de que no verían más su rostro” (Hechos 20:37, 38). Delante tenía un futuro lleno de peligros con la muerte persiguiéndole. Pero no iba a estar controlado por sus emociones, ni delante de la separación de estos amigos amados, ni cara a la muerte. Lo único que le importaba era terminar su ministerio con gozo. ¡Esto es estar firme!
Enviado por el Hno. Mario Caballero