miércoles, 24 de febrero de 2021

Lo que no sé y lo que sé

 “No anduve en cosas demasiado sublimes para mí” (Salmo 131:1).

1.     Lo que no sé: No entiendo por qué ha pasado esto.

El orgullo exige una explicación, porque piensa que puede alcanzar a entender hasta lo más profundo de Dios. No acepta que su mente no llega a sondear las ni las profundidades de Dios, ni las cosas más sublimes de Dios. Dios dice de su forma de pensar: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Is. 55:8, 9). Nuestra mente sencillamente no llega. No es infinita. Como el niño destetado tiene que tranquilizarse y aceptar que el pecho ya no es para él, yo tengo que tranquilizarme y aceptar que no me es dado conocer “cosas demasiado sublimes para mí” (Salmo 131:1, 2).

      Todo lo que ocurre no es una sinrazón. No es absurdo. No es la suerte o el resultado del azar, ni es la voluntad de un dios arbitrario, desalmado. Todo tiene su explicación. Dios es un Dios de inteligencia, de razón, con propósitos sublimes, y con planes brillantes. Él sabe el motivo por el cual esto me ha pasado, aunque no lo sepa yo, y esto me basta, porque confío en su sabiduría que sí que es infinita. 

2.     Lo que sí sé: Dios lo sabe y todo tiene una explicación.

El Sufrimiento sirve para cumplir tres cosas importantes: “Tengáis que ser afligidas en diversas pruebas, para qué, sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero, se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pedro 1: 6, 7). Estas tres cosas son: (1) Las pruebas sirven para refinar y purificar nuestra fe. La fe crece en la prueba. Se fortalece. Nos limpia. (2) Las pruebas sirven para comprobar que la fe es genuina. Muchos profesan fe creyendo que su fe es sincera, pero solo en el horno de la prueba se sabe si es fe real o solo una emoción o una convicción. La fe real soporta la prueba, porque hay un elemento divino en ella. Es algo sobrenatural. (3) Las pruebas sirven para traer alabanza a Dios. La fe real glorifica a Dios, le honra. Se ve su gloria en ella.

   Aunque estemos en medio de la prueba, no faltan el amor y el gozo: “A quién (a Jesús) amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso…” (1 Ped. 1:8). No vemos a Jesús ahora, pero le amamos y estamos llenos de gozo inexpresable y glorioso. Esta es la obra del Espíritu Santo y demuestra que Dios está en nosotros y con nosotros.    

Enviado por el Hno. Mario Caballero