martes, 12 de enero de 2021

Salvado por un ángel

 “El Señor mandará sus ángeles a ti, para que te cuiden en todos tus caminos..” Salmos 91:11


Si espera leer acerca de una historia de ángeles en esta devoción, no quedará decepcionado, pues voy a hablar sobre la historia de un ángel.

Bueno, antes de ir muy lejos con esta tontería, quiero presentarles a Ángel, un perro de 18 meses, y a Agustín, el niño de 11 años a quien pertenece Ángel.

Sin temor a exagerar, puedo decir que Ángel ama a ese niño más que a su propia vida. Tanto es así, que cuando un puma iba a atacar a Agustín, Ángel se lanzó al rescate, permitiendo que el pequeño se salvara.

Agustín escapó, pero Ángel no.

Aun cuando Ángel tuviera el corazón de un león, igual no se compara con la fiereza de un puma. Ese habría sido el final de la historia de Ángel si no hubiera sido por un oficial de la Policía Montada de Canadá que escuchó la pelea, y le disparó al gato.

Esta es una historia digna de ir a la pantalla grande… o a una Devoción Diaria.

¿Qué podemos concluir de esta historia? Que el Señor puede usar algunos personajes inesperados para rescatarnos.

Todos están agradecidos porque Ángel no titubeó, e hizo todo lo que pudo para salvar a su amo. En este caso, el Señor usó una mascota para salvar la vida del niño. En otros casos, es posible que el Señor haya usado un cirujano… o un salvavidas… o alguna medicina… o cinturones de seguridad… o…

Sí, el Señor puede usar muchos intermediarios para salvar la vida de las personas… pero hay un solo mediador que puede rescatar nuestras almas: Jesús, el Niño de Belén, el Cristo de la cruz, el Salvador de la tumba vacía.

Jesús es el único que puede rescatar nuestra alma de la muerte eterna.

A diferencia de Ángel, quien no podría haber imaginado cómo habría de terminar su batalla con el puma, Jesús sí sabía cómo iba a terminar su batalla. Jesús sabía que iba a ser traicionado por un amigo, que iba a ser abandonado y condenado. Él sabía que le esperaba el látigo, la corona de espinas, los clavos, y la cruz.

Pero aún así, Jesús no se detuvo, sino que entregó su felicidad, su futuro, su muerte y su vida, a cambio de las nuestras, en un sacrificio que no tiene paralelo ni comparación en la historia.

Por CPTLN