viernes, 22 de enero de 2021

Cómo Dios trata con el pecado

 “¿Por qué habríamos de quejarnos cuando somos castigados por nuestros pecados?” (Lam. 3:39).

Los libros de Jeremías y Lamentaciones versan sobre el pecado de Israel, el castigo de Dios y la esperanza para el futuro. Esta esperanza tiene que ver con el carácter de Dios. En la porción que tenemos delante hoy, el autor de Lamentaciones está meditando en cómo es Dios y en sus caminos. Jerusalén ha sido destruida, sometida al gobierno extranjero, y las naciones alrededor se están aprovechando de su situación indefensa para seguir saqueando la ciudad. La gente muere de enfermedad y hambre. Lo siguiente son las reflexiones del profeta:

Dios no nos abandonará para siempre: “porque Adonay no desechará para siempre” (v. 31). A Dios no le gusta tener que castigar el pecado: “No se complace castigando ni afligiendo a los hijos del hombre” (v. 32), pero lo hace para nuestra restauración, para llamarnos a volver a Él. Dios no aprueba de la manera en que el enemigo está tratando a Israel, ni de la injusticia, ni del abuso: “Aplastar bajo los pies a todos los cautivos de la tierra, privar del derecho al hombre en presencia de Elyón, pervertir la causa del varón: ¿No lo ve Adonay?” (v. 34-36). A Dios no le gusta castigar, sin embargo lo hace. No le gusta el abuso, sin embargo ocurre. Estos son las consecuencias del pecado, castigo y abuso. Dios castiga y el enemigo abusa. Cuando una persona está en pecado, pierde la protección de Dios y el enemigo se aprovecha e intensifica su sufrimiento. Todo esto ocurre bajo la soberanía de Dios: “¿Quién dijo algo y ocurrió, sin que Adonay lo dispusiera?” (v. 37). Él ordena las cosas buenas que ocurren y también las malas: “¿No procede de la boca de Elyón tanto el bien como el mal?” (v. 38).

Si Dios es solamente responsable para el bien y el diablo es responsable para el mal, hemos inventado un sistema dualista que suena bien, pero no es lo que la Biblia revela. ¿Es bueno que Babilonia conquiste Israel? ¿Es justo? Es un mal necesario. ¿Da Dios la libertad a Babilonia para hacer toda la maldad que quiere y mantener que es culpa de ella y que no tiene nada que ver con Él? Obviamente no. El diablo actúa y Dios lo permite dentro de los límites que Él ha fijado y para propósitos suyos que siempre son buenos. Es malo que un país invada a otro y mate, pero es lo que Dios usa para llevar a su pueblo al arrepentimiento. Dios no aprueba las acciones de Babilonia (v. 36), sin embargo, las ha mandado (v. 37). Esto es difícil para nuestra mente finita. Dios no es fácil de comprender. Sus tratos con el hombre y con las naciones son complejos, pero siempre sabios, justos y misericordiosos. No deja el mal suelto en este planeta.

No debemos quejarnos cuando sufrimos debido a nuestro pecado: “¿Por qué se queja el viviente? ¡Sufre el valiente si cometió pecado!” (v. 39). Sin embargo el hombre sí que se queja cuando sufre por su pecado, ¡y culpa a Dios!, y señala la injusticia de Babilonia, coge el papel de víctima y se hunde, pero “aunque Dios entristece, Él tendrá misericordia conforme a la multitud de sus piedades” (v. 32). Así que, cuando somos castigados por nuestro pecado y el enemigo se ríe y nos pisotea, ¡Dios está aireado con él y le castigará! Jeremías 50-51, que algunos encuentran aburrido para leer, es vital, porque estos capítulos nos explican que Dios castigará el mal del opresor, además del nuestro, pero no para siempre (v. 31). Así que, ánimo, porque “Dios no se complace castigando al hombre… Él tendrá misericordia conforme a la multitud de sus piedades” (v. 33 y 32). Toma refugio, pues, en la compasión amorosa de Dios. Dios es justo, pero también es misericordioso.   

Enviado por el Hno. Mario Caballero