Leer | Filipenses 4.6, 7
Una vez, después de predicar acerca de la paz, una mujer se acercó para hablar conmigo. Me puso al día en cuanto a la situación de su hijo, que había tenido un accidente terrible. A pesar de que los médicos le habían dado pocas posibilidades de sobrevivir, se estaba recuperando lentamente. “Lo que usted dijo acerca de la paz que sobrepasa nuestro entendimiento es verdad”, me dijo la mujer. Incluso cuando su hijo estuvo al borde de la muerte, en su corazón había la seguridad de que el Padre celestial estaba cerca y en control.
Pablo escribió desde la celda de una prisión para recordar a los creyentes que entregar nuestras preocupaciones a Dios daría paz. Tener un espíritu tranquilo en medio de una tormenta de problemas no tiene ningún sentido humano —porque lo natural es que estemos afanosos. Pero nuestro Dios es sobrenatural, y está viviendo dentro de nosotros en la forma del Espíritu Santo para que podamos conservar la paz.
No importa qué circunstancias difíciles puedan desafiar nuestra fe, la paz basada en Cristo no puede ser quebrantada. Con la ayuda de la omnipotente y protectora mano del Padre celestial, ¿qué razón tenemos para estar temerosos o intranquilos? Lo que tenemos que hacer es mantener nuestra mirada y fe centradas en el Señor. “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (Is 26.3).
Vivimos en un mundo de conflictos y, como resultado, muchas veces experimentamos angustias. Es fácil llegar a obsesionarnos con las situaciones, y con todas las maneras que ellas nos han afectado. Pero la paz viene al decidir creer que Dios dará una solución en su momento y a su manera.
Por: Min. En Contacto