“Escucharé lo que Dios el Señor va a decir; va a hablar de paz a su pueblo y a sus santos, para que no caigan en la locura.” Salmo 85:8
Es común escuchar decir que Dios nos dio dos oídos y una boca para que escuchemos más de lo que hablamos. Tiene sentido prestar atención antes de abrir la boca porque, escuchando bien, sabremos qué responder. Cuando nos apuramos a responder a veces erramos, nos confundimos, generamos confusión y, lo que podría haber sido una buena charla, termina en discusión o pelea. Por otro lado, cuando escuchamos con atención evitamos problemas. Pero también es cierto que no todo lo que escuchamos vale la pena. Hay personas que con sus palabras nos amargan el día porque nos llenan de malas noticias, transmitiendo pesimismo con lo que dicen y hacen. La queja es su tono de voz y la negatividad es el estribillo que suena en sus palabras.
Escuchar bien significa prestar atención a quien nos trae buenas noticias que nos ayudan, renuevan y calman cuando nos sentimos abrumados por los problemas de cada día. Por eso, hoy más que nunca la Palabra de Dios viene a nosotros para traernos un mensaje de paz. Cuando Dios habla transmite paz; su mensaje nos habla de reconciliación, porque Dios mismo hace la paz. Cuando el Padre celestial nos entrega a su Hijo, movido por amor, nos asegura que su objetivo es hacer la paz, restableciendo así el vínculo que nos une por el perdón que Jesús logra. Nuestra necesidad diaria se resume en oír las palabras de Dios que nos hablan de esta verdad. Por eso no dejemos de oír la voz de nuestro Señor, así su paz inundará nuestro ser y nos llenará de gozo en todo momento.
Por: CPTLN