martes, 22 de diciembre de 2020

Buenas obras en Navidad

 “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil… a fin de que el hombre de Dios sea… preparado para toda buena obra” (2 Tim. 3:14-17).

Pues sí, la finalidad de aprender de la Biblia es poder llevar a cabo buenas obras. En cierta iglesia cuentan que tienen mensajes, estudios bíblicos, o sermones y charlas casi cada día de la semana. La enseñanza es de alta calidad y los creyentes de aquella iglesia conocen bien las Escrituras, pero como iglesia no están involucrados en ninguna actividad para alcanzar a su ciudad para Cristo. Los jóvenes que quieren evangelizar tienen que buscar otra organización evangélica que lo hace.

En cambio, hay otras iglesias que han estado muy activas en estas Navidades, aprovechando las fiestas para llevar el evangelio a la calle. Varios grupos han organizado comidas para los más necesitados, y estas personas han acudido a locales para ser regalados con un verdadero festín. Han recibido amor, cariño, y han oído el evangelio. Otros han ido a la calle buscando a los sin techo para llevarles la comida a los lugares donde ellos se han refugiado. Son como Jesús que vino a buscar lo que se había perdido. No esperó a que la gente viniese a la sinagoga; él fue a dónde estaban ellos. Fue a la calle, a las plazas, a las playas, a las casas. Se desplazaba buscando a los perdidos. Ministró a sus necesidades físicas. Les sanaba. Les daba de comer. Y les predicaba el evangelio.

Oyendo de cómo venían las mujeres de la calle a un banquete navideño preparado con mucho amor para ellas, uno no puede por menos recordar la historia de Jesús en casa de Mateo: “Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió. Y aconteció que estando él sentado a la mesa en la casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron justamente a la mesa con Jesús y sus discípulos” (Mateo 9:9, 10). ¿Puede haber algo más hermoso? El Hijo de Dios, venido del pulcro cielo para salvar a los pecadores, sentado a la mesa con ellos, con la escoria de la sociedad, rodeado por los que había venido a salvar, buscándoles allí a la mesa, feliz de estar con ellos, Jesús “en su salsa”, rodeado de pecadores, amándoles, llegando a dónde estaban ellos para llevarlos a Dios. Mateo, el pecador, estaba tan feliz al encontrar aceptación y perdón que invitó a sus amigos a conocer a este hombre singular que hablaba de Dios y amaba a pecadores. Como todos sus amigos eran pecadores como él, no tuvo problemas en convocar un gran número a su mesa, y ellos vinieron curiosos para conocer a este santo que se asociaba con pecadores. Y se encontraron, allí en la mesa, los pecadores y el Salvador, anticipo del Banquete Final, de pecadores redimidos, comiendo a la mesa del Cordero sacrificado, resucitado y reinante, eternamente feliz con ellos.

Oh Dios, llévanos a la calle para buscar a los que se han perdido, tal como nos enseñó nuestro Maestro. Pon en nosotros su corazón de compasión. Henos aquí, envíanos a nosotros, aun a nosotros, por amor a los que se pierden, y por amor a Jesús que celebraría su Navidad con ellos si estuviese presente en cuerpo aquí en la tierra hoy. ¿O está presente? ¿Con los que salen en su nombre? Sí, éstos son su cuerpo.

Enviado por el Hno. Mario Caballero