miércoles, 18 de noviembre de 2020

Amando a los pecadores

 “Pero Dios muestra su amor por nosotros en que, cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. Con mucha más razón, ahora que ya hemos sido justificados en su sangre, seremos salvados del castigo por medio de él.”

Romanos 5:8-9

Jeremy Mead tenía 6 años cuando vio a su madre ser asaltada brutalmente a punto de pistola. En las horas siguientes fue violada y estrangulada, y su cuerpo sin vida fue dejado en el bosque.

Jeremy no le fue permitido estar presente en el enjuiciamiento del asesino de su madre. En su declaración escribió sus deseos de que ese hombre, Raymond Baninski, muriera y que con gusto participaría de la ejecución.

Las autoridades, habiendo leído esta afirmación de Jeremy, la consideraron “inquietante” y no le permitirán que esté presente en la sala de la corte.

Es fácil entender por qué se siente así. Él ha visto cosas que nadie, especialmente un niño, debería ver. También entiendo la posición del Servicio Correccional de Canadá, ya que ellos tienen la obligación de proteger a los acusados, aún los culpables.

La única cosa que no puedo entender es por qué nuestro Padre celestial permitió que su Hijo viviera y muriera por los pecadores. Durante 33 años el Padre vio a su Hijo ser rechazado, malentendido, odiado, tratado injustamente, y sentenciado inocentemente a morir. Es algo que ningún padre, ni siquiera el celestial, debería ver.

Ciertamente, si hubiera sido mi hijo muriendo por otra persona yo habría interferido o me habría vengado de los responsables de tal injusticia.

Pero eso no fue lo que el Padre hizo. Él permitió que su Hijo muriera para que fuéramos salvos. Ahora, justificados por la sangre de Jesús, somos perdonados.

No entiendo por qué nuestro Padre celestial ha hecho tal cosa… pero debería estar agradecido eternamente porque lo hizo.

Por: CPTLN