miércoles, 9 de septiembre de 2020

Y sigue amando

 “El amor es paciente y bondadoso. El amor no es celoso ni fanfarrón ni orgulloso ni ofensivo. No exige que las cosas se hagan a su manera. No se irrita ni lleva un registro de las ofensas recibidas. No se alegra de la injusticia sino que se alegra cuando la verdad triunfa. El amor nunca se da por vencido, jamás pierde la fe, siempre tiene esperanza y se mantiene firme en toda circunstancia… El amor durará para siempre”

(1 Cor. 13: 4-7)

Muchas veces se lee este pasaje acerca del amor en las bodas, y hacemos bien, porque esta es una buena descripción del amor, en contraste con los sentimientos y las emociones que suelen caracterizar las primeras etapas de la nueva relación en la cual uno es transportado a las nubes, obsesionado con el otro, con una sonrisa tonta en la cara, creyendo que estas emociones van a durar para siempre. La verdad es que tienen que ceder a una relación madura en la cual lo principal es la búsqueda del bien de la otra persona, una búsqueda que dura todas la vida a pesar de cómo resulta ser el otro en la convivencia cotidiana.

El matrimonio es un compromiso vitalicio. Es “hasta que la muerte nos separa”. En nuestros días observamos que el método que el enemigo de Dios está usando para destruir las iglesias es atacar los matrimonios de sus líderes. Ora por tus pastores.

El amor “todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. ¿Qué tienes que soportar? ¿Que tu marido es un desordenado? ¿Que siempre llega tarde? ¿Que va al bar todos los días? ¿Que no es comunicativo? ¿Que es un mandón? ¿Que a veces dice cosas irritantes? El amor todo lo soporta, ¡y sigue amando! Hay muchas maneras de soportar: con resignación, con amargura, con resentimiento, con enfado, con rechazo, o con odio. No se trata de soportar con ningunas de estas actitudes, sino con amor, pues de esto se trata, de soportar con amor. Muchas mujeres soportan con resignación, sin esperanza, poniéndose pesadas, siempre recriminando y repitiendo lo mismo en un intento para cambiar a sus maridos. Llega un momento en que se colma el vaso y dejan de amar. ¡La mejor manera de cambiar al marido es cambiando ellas! La pregunta aquí es: ¿Qué necesito cambiar yo para que mi matrimonio vaya mejor?

Como ya se ha dicho, el amor no es solo una sensación. Es ayudar, comprender, respetar, aceptar, valorar, agradecer, simpatizar, proteger, y beneficiar a la otra persona. ¿De dónde viene este deseo de hacer bien al otro? No de nuestro pobre y egoísta corazón, sino del Espíritu Santo de Dios en nosotras. Dios es amor. Ama. Siempre. De la misma manera que el sol siempre da luz, Dios siempre ama. Su amor es derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo: “Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Rom. 5:5). Con este amor amamos, es decir, con el amor con que Dios nos ama. Amo porque me siento amada por Él. “Conservaos en el amor de Dios” (Judas 1:21). La naturaleza del amor de Dios es darse al otro.

En el matrimonio la atracción física va y viene, pero el amor es un constante porque tiene su origen en Dios y Él no cambia.

Enviado por el Hno. Mario Caballero