lunes, 21 de septiembre de 2020

Restauración

 “Porque he aquí que vienen días, dice Jehová, en que haré volver a los cautivos de mi pueblo Israel y Judá, ha dicho Jehová, y los traeré a la tierra que di a sus padres, y la disfrutarán” (Jer. 30:3).

Dios es el que controla la historia. Conoce el fin desde el principio. No solo sabe lo que pasará, lo ordena. Antes de que viniesen los babilonios, Dios ya lo anunció. Y todavía ni siquiera han ido los judíos a la cautividad, cuando Dios profetiza su retorno. La disciplina de Dios nunca es para destrucción, sino para restauración y sanidad. Este capítulo lo explica claramente:

Disciplina.

“A ti no te destruiré, sino que te castigaré con justicia; de ninguna manera te dejaré sin castigo” (v. 11). Este es Dios. Es justo en su disciplina. No va al extremo de destruir a su pueblo, pero tampoco al otro extremo de dejarles sin disciplina. Disciplina con justicia. El Señor explica las medidas que ha tenido que tomar, igual que cualquier padre humano: “¿Por qué gritas a causa de tu quebrantamiento? Incurable es tu dolor, porque por la grandeza de tu iniquidad y por tus muchos pecados te he hecho esto” (v. 15). El hijo cuando es disciplinado grita y protesta, y el padre razona con él y le explica por qué es necesario el castigo.

Sanidad.

“Mas yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas, dice Jehová” (v. 17). El Señor hiere y el Señor sana. El propósito de la disciplina no fue descargar la ira de Dios, sino corregir al que había hecho lo malo.

Restauración.

“Israel volverá a su tierra y estará feliz. Así ha dicho Jehová: He aquí yo hago volver los cautivos de las tiendas de Jacob, y de sus tiendas tendré misericordia, y la ciudad será edificada sobre su colina, y el templo será asentado según su forma. Y serán sus hijos como antes” (v. 18, 20). Ya no estarán bajo dominio extranjero: “De ella saldrá su príncipe, y de medio de ella saldrá su señoreador; y le haré llegar cerca, y él se acercará a mí; porque ¿quién es aquel que se atreve a acercarse a mí? Dice Jehová” (v. 21). “De nuevo tendrán su propio rey. No será extranjero. Y le invitará a ser sacerdote delante de mis altares” (v. 21, TLB). ¡Hemos descubierto oro! Esta es una profecía del reinado de Jesús como descendiente de David (v. 9), ¡Rey y Sacerdote! (Ver comentario de Derek Kidner y R. K. Harrison, “Jeremías y Lamentaciones”). Dios promete restauración, dentro de 70 años, ¡y, a largo plazo, la restauración definitiva!, bajo el reinado su amado Hijo.

La finalidad.

“Y me seréis por pueblo, y yo seré vuestro Dios” (v. 22). Así termina la Biblia: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios” (Ap. 21:3). Esto es lo que Dios siempre ha deseado, estar rodeado de su pueblo, como su Dios, eternamente.

Enviado por el Hno. Mario Caballero