miércoles, 22 de julio de 2020

Lo que ha sido para tí

“Pues que dijo: ¡Ciertamente ellos son mi pueblo, hijos que no se portarán falsamente! Y así, él se convirtió en el Salvador de ellos, y fue afligido con todas sus aflicciones. El Ángel de su presencia los salvó, en su amor y en su ternura, Él mismo los redimió, y cargó con ellos, y los llevó todos los días, desde la antigüedad” 

(Is. 63:8, 9).

 

Has leído el texto, estudiado la estructura, visto el desarrollo del argumento, cómo llegó a su conclusión, y has disfrutado. Pero siempre hay más. Siempre puedes volver a un texto y  estar quieto, absorberlo y ser conmovido en lo más profundo. No hay prisa. Solo estar aquí con Dios y Su Palabra y con Su corazón abierto, y le ves, y Él es real, y sientes sus sentimientos y llegan a ser tuyos.

 

El texto es Is. 63:8, 9. Dios dijo: “Ciertamente ellos son mi pueblo, hijos que no se portarán falsamente”. ¿Cómo se podría haber equivocado tanto Dios? ¿Cómo puso tanta confianza en nosotros? Dios estuvo ilusionado, como un joven enamorado. Tuvo un sueño acerca de hijos quienes le serían fieles: le amarían, obedecerían, honrarían, le serían leales, y le harían orgulloso de ellos. Dijo: “No me serán falsos. No me van a fallar. Creo en ellos”; así que se comprometió con ellos y se convirtió en su Salvador. Es lo que hizo para ti y para mí. ¡Estaba tan ilusionado cuando te encontró! Dijo: “Éste es mío. Sé que no me negará. Será un hijo verdadero y me hará orgulloso de él”. Y así llegó a ser tu Salvador. ¡Ciertamente es una palabra profética: Dios llegó a ser nuestro Salvador!

 

Y como nuestro Salvador, ¿qué hizo? ¿Cómo era? Identificó con nosotros en todo nuestro sufrimiento. En todo lo que has pasado, Él lo ha pasado contigo. ¿Qué ha sido la historia de tu vida? ¿El marido te abandonó? ¿La iglesia te expulsó? ¿Tu hijo te dejó para vivir una vida que niega todo lo que le enseñaste? ¿Amigos te traicionaron? ¿Frustración por cada lado? En toda tu angustia, Él fue angustiado. Fue un Amigo verdadero, sufriendo contigo sintiendo lo que tú sentíais, totalmente identificado contigo. Puede ser que te preguntaste dónde estaba. ¿Por qué no hizo nada para ayudarte? ¿Por qué no te sacó de tu problema? Pero Él no tenía tanto interés en sacarte de él, como en estar contigo en medio de él. Es emocionante cuando Dios viene y abre la puerta de la cárcel con un terremoto, pero es mucho más conmovedor cuando simplemente se sienta contigo en la celda en la oscuridad, compartiendo tu dolor, en silencio. Su presencia, en medio de lo que estamos pasando es mayor maravilla que el rescate final. Oh, aquel vendrá. Job será reivindicado. Pero Dios en los perros lamiendo la secreción que salía de sus úlceras es mayor maravilla que el banquete al final con los amigos. Es su presencia en nuestra angustia la que nos salva: “El Ángel de su presencia los salvó” (v. 9). Y esta ha sido tu salvación a lo largo de tu vida. Es por esto que no te has vuelto loco de dolor, porque Él estaba presente. Sabemos que Dios siempre está con nosotros. Pero déjale decirte que Él siente lo que tú sientes.

 

Llegó a ser nuestro Salvador y nos redimió. Nos compró y redimió todo lo que hemos pasado y lo ha convertido en edificación, purificación y crecimiento para nosotros. Lo hizo debido a tu tierno amor y misericordia hacía ti, personalmente. Dejó pasar lo que pasó, estuvo presente, lo sintió, y lo usó para bien. “Los levantó y los llevó todos los días desde la antigüedad”. Esto es lo que ha hecho para ti. Te levantó como un padre levanta a su hijo, y te llevó en sus brazos. Es lo que la Biblia dice. Siempre te ha llevado, todos los días de tu vida. Creías que habías atravesado un desierto. Es cierto, pero en brazos. Esto es lo que Dios quiere que tú sepas: donde Él ha estado, lo que sintió, y lo que ha hecho por ti, porque te amaba.

Enviado por: Hno. Mario Caballero