El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño; apártese del mal, y haga el bien; busque la paz, y sígala.
1 Pedro 3:10-11
Muchas personas se imaginan que quienes obedecen al Señor tienen una vida aburrida. Los que razonan así muestran que no conocen el gozo cristiano, pero sobre todo que no conocen a Aquel a quien estamos invitados a someternos por amor.
Igualmente es hacer un mal cálculo: algunos dicen: «Necesito un poco de religión para librarme de la condenación, pero también quiero disfrutar los placeres de esta vida». Sin embargo esos placeres no pueden ser comparados a la felicidad que da la aprobación de Dios en nuestra vida.
Como dijo alguien: «La felicidad que uno busca sólo para sí mismo se esfumará ante nosotros como un espejismo; nunca podremos alcanzarla. Pero si nuestra prioridad como cristianos es obedecer al Señor, en vez de pensar en nosotros, nuestra felicidad vendrá de forma natural como resultado de esta obediencia».
Quizás esto explica por qué nosotros, los cristianos, no siempre somos tan felices como podríamos serlo, pues ¿dónde están nuestras prioridades?
Dios no nos promete un futuro eterno de felicidad al precio de una vida de frustración en la tierra. Desde hoy desea lo mejor para sus hijos que caminan con él. “Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien… porque yo te mando hoy que ames al Señor tu Dios, que andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos” (Deuteronomio 30:15-16).
“Tú diste alegría a mi corazón mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto”
(Salmo 4:7).
Enviado por: Hno. Mario Caballero