martes, 21 de julio de 2020

Empedernidos

“Y dijeron: Es en vano (que hables); porque en pos de nuestros ídolos iremos, y haremos cada uno el pensamiento de nuestro malvado corazón” (Jer. 18:12).

            ¡Voy a hacer lo que me da la real gana, y ya está! Esto es lo que dijeron los israelitas a Jeremías cuando les avisó que si no se arrepintiesen de su maldad, Dios les iba a destruir. Dios puede derribar naciones enteras o edificarles. Está en su poder hacer justicia cuándo y cómo Él quiere, pero si hay arrepentimiento, hay salvación: “Si anuncio que voy a desarraigar, a derribar y a destruir a cierta nación o a cierto reino, pero luego esa nación renuncia a sus malos caminos, no la destruiré como lo había planeado. Y si anuncio que plantaré y edificaré a cierta nación o a cierto reino, pero después esa nación hace lo malo y se niega a obedecerme, no la bendecirá como dije que lo haría” (v. 7-10). Si Israel seguía haciendo el mal, las consecuencias iban a ser terribles. El Señor dijo: “Jeremías, advierte a todo Judá y a Jerusalén y diles: Esto dice el Señor: En vez de algo bueno les tengo preparado un desastre. Así que cada uno de ustedes abandone sus malos caminos y haga lo correcto” (v. 11). Está la promesa de hacerles bien o hacerles mal. Ellos tenían que elegir. ¿Dejarían su maldad o no?

            Pues eligieron: “El pueblo respondió: No gastes saliva. Continuaremos viviendo como se nos antoja y con terquedad seguiremos nuestros propios malos deseos” (v. 12, NTV). ¡Inaudito! En efecto están diciendo: “¡Sabemos que está mal y lo seguiremos haciendo!” ¡Son descarados! Cínicos. No tienen ninguna intención de cambiar. Son obstinados y tozudos. Es como la persona que dice: “Sé que lo que hago está mal, pero no importa. No voy a cambiar”.

            Es como el fumador que dice: “Sé que fumar mata, pero voy a seguir fumando”. O como el que tiene otro vicio, o como la chica que tiene el novio no creyente. Dice: “Sé que Dios no aprueba, pero no lo voy a dejar. De momento voy bien y no me importan las consecuencias a largo plazo. Igual me estrello, pero lo haré por mi cuenta, haciendo lo que yo decido”. Quieren su voluntad. No se someten al Señor, ni a su Palabra. Y no quieren la opinión de nadie. Esto es tozudez. Es rebeldía. Es estar empedernido en hacer las cosas a su manera no importan las consecuencias.

            Y los resultados son trágicos, pero no llegan el mismo día. Se hacen esperar. Pero llegan, porque Dios ha determinado edificar y prosperar (espiritualmente) al que le hace caso, pero “arrancar, derribar, y destruir” al que se afirma en su mal camino. Los hay que son dóciles y reaccionan diciendo: “Señor, haré lo que tu digas”, y los hay que responden todo lo contrario: “Es inútil avisarme. Haré según el consejo de mi malvado corazón”, y lo dicen con toda la cara. ¿Cuál de estos dos eres tú?  ¿Y yo?

Enviado por: Hno. Mario Caballero