jueves, 18 de junio de 2020

Los ángeles, su percepción de Dios y la nuestra

“Los ángeles son espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación” (Heb. 1:14).

            Los ángeles son criaturas de Dios, como nosotros, pero su conocimiento y experiencia de Dios es muy diferente de los nuestros. Dios los creó libres con la posibilidad de elegir, pero no con la posibilidad de ser redimidos como nosotros. Los que cayeron sabían mucho más que nosotros. Estaban delante de su Trono, habían visto la santidad, el poder, la autoridad, la majestad y la gloria de Dios de cerca. Por tanto, su rebeldía era mucho más culpable que la nuestra, y no hubo solución para ellos. 

            Los ángeles son espíritus que pueden tomar cuerpos visibles iguales que los nuestros, de manera que a veces no se percibe que son ángeles. (Por ej. Gen. 18:2; Gen 19:5-15). Piensan, razonan, preguntan, obedecen y adoren a Dios. Su perspectiva de la realidad es muy diferente de la nuestra. Las cosas que ellos no entienden son diferentes que las cosas que no entendemos nosotros. No entienden por qué Dios quiso salvarnos a los rebeldes humanos, pagando un precio tan alto su adorado Señor: “…las cosas que ahora os son anunciados por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles” (1 Pedro 1:12). “Cuando introduce al Primogénito al mundo, dice: Adórenle, todos los ángeles de Dios” (Heb. 1:6, 7). No entendían, pero adoraban.  

Cada uno tiene su nombre particular, su ministerio, rango, y lugar (Lu. 1:19, 26, 27 y Daniel 8:15, 16). Viven fuera del tiempo y el espacio, pero pueden entrar en ellos, aparecer y desaparecer, y viajar más que la velocidad de la luz. Lo milagroso no les impresiona (Lu. 1:37), pues, están acostumbrados a ello. No viven por fe como nosotros, sino que ven lo invisible. Ya han derrotado a Satanás y sus ángeles, y los han echado del cielo, pero siguen en la lucha para ayudarnos a nosotros, los herederos de la salvación,  a conquistar (Daniel 10:12-14).

Nosotros, en cambio, hemos de vencer por la fe: “…vuestra fe, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo… obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas” (1 Ped. 1:7-9). No ganamos la victoria matando al diablo, sino protegiéndonos con el escudo de la fe, y manteniéndonos firmes (Ef. 6: 10-18). Fuimos creados menores que los ángeles (Heb. 1:7), pero hemos experimentado la gracia y la misericordia de Dios en Cristo. Nuestra posición en Cristo ahora nos coloca en un lugar más alto que el suyo. Un día juzgaremos a los ángeles, en el sentido de que los gobernaremos, como los jueces (Débora, Gedeón y Samuel) gobernaban Israel. Ahora estamos agradecidos a Dios por su ayuda. Vamos a mostrarles que somos dignos del amor con que Dios nos ha amado en Cristo, y no ofenderlos por una falta de temor, reverencia u obediencia al mismo Dios que ellos sirven, sino que unamos nuestras voces con las suyas en alabanza y adoración a Dios en el espíritu de santidad y sumisión a su voluntad, como ellos.  

Enviado por el Hno. Mario Caballero