miércoles, 17 de junio de 2020

Buenas Obras

“Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra” (Tito 3:1).

Ahora: El creyente es una persona que vive haciendo buenas obras. Estas buenas obras no son obras de caridad que realiza de vez en cuando, sino todo un estilo de vida. Vive mostrando una buena conducta: “Que no hablen mal de nadie, que sean pacíficos, amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres” (3:2; BTX).

Antes: ¡Antes los cretenses eran tremendos! Pablo tiene la gentiliza de incluirse en la descripción de cómo eran éstos antes de convertirse: “Porque nosotros también éramos en otros tiempo necios, desobedientes, extraviados, esclavizados por pasiones y placeres diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros” (3:3). Así eran, pero ha habido un cambio. Se han convertido y ya no son cómo eran. Este es el milagro de la conversión. Somos nuevas personas.

El cambio: “Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, su amor para con los hombres, nos salvó” (3:4, 5). Esta salvación no fue por obras: “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino según su misericordia” (3:5). Se logró en dos fases: por la obra de Cristo en la cruz y por la regeneración y renovación del Espíritu Santo (3:5, 6). La Sangre perdona y el Espíritu nos hace nuevas personas. Hemos sido justificados para vivir justamente: “Justificados por su gracia… para que los que han creído a Dios procuren ocuparse en buenas obras (3:7, 8). Aquí estamos otra vez con las buenas obras. No hemos sido salvos por nuestras buenas obras, pero ya que somos salvos vivimos una vida de buenas obras.  

            Pablo vuelve a subrayar el mismo punto al final de la carta: “Y aprendan también los nuestros a ocuparse en buenas obras para las necesidades apremiantes, a fin de que no estén sin fruto” (3:14). Es lo mismo que dijo en el capitulo anterior: “La gracia salvadora de Dios fue manifestada a todos los hombres, enseñándonos que renunciando a la impiedad y a las pasiones mundanas, vivamos sobria, justa y piadosamente en el mundo presente, aguardando la esperanza bienaventurada” de la venida del Señor, quien nos redimió para “purificar para Sí un pueblo de su propia posesión, celoso de buenas obras” (2:11-14). ¡Otra vez con las buenas obras! Antes de conocer a Cristo hacíamos malas obras. Nos salvó, no por obras, sino por gracia, para hacer buenas obras.  

            Los cretenses eran un pueblo bastante malo antes de que llegase el evangelio a sus costas. Tenían fama de ser “siempre mentirosos, malas bestias, y glotones ociosos”, pero ahora han sido domados por el poder de Dios. Ya no son rebeldes, contenciosos, inmorales, iracundos, gandules, sino sujetos a los gobernantes, obedientes y ocupados en buenas obras. Es para que las autoridades de la isla pregunten: “¿Qué ha pasado con esta gente? ¡Menudo cambio!

Enviado por el Hno. Mario Caballero