martes, 16 de junio de 2020

Asimismo

“Asimismo, vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos” 

(1 Pedro 3:1).

            ¿A qué viene la palabra “asimismo”? Cuando vemos esta palabra en nuestro estudio de la Biblia tenemos que mirar atrás para ver a lo que se refiere. En este caso, se refiere al caso de los criados donde Pedro escribe: “Criados, estad sujetos con todo respeto a vuestro amos” (2:18). De la misma manera que ellos tienen que estar sujetos, la mujer tiene que estar sujeta. ¿Y de qué manera es esta? “No solamente a los buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar” (v. 18). ¿Hay maridos difíciles de soportar? Se ve que sí. Los hay que causan sufrimientos injustos a la mujer. Aquí, el afán del apóstol no es que el criado o la esposa reciban el trato justo, sino que ellos y ellas respondan cristianamente ante amos o maridos difíciles. No es tan importante que yo sea tratada bien, sino que yo responda bien.

No podemos controlar cómo otros nos tratan, pero sí podemos controlar nuestra respuesta frente a las injusticias. “Porque esto merece aprobación” (v. 19). Si respondo bien cuando me tratan mal, gano la aprobación de  Dios: “Esto ciertamente es aprobado delante de Dios” (v. 20). El apóstol lo dice dos veces. Hoy día, si el marido maltrata físicamente a la mujer, ella tiene recursos legales para protegerse. Pero no estamos hablando tanto de este aspecto de la situación, sino de su actitud interior. La mujer cristiana quiere tener una actitud correcta en cuanto a su marido incluso si resulta ser difícil de soportar. Aquí es donde entra el ejemplo de Cristo.

En nuestro estudio de la Biblia tenemos que seguir el argumente del escritor. Pedro está escribiendo a los criados, luego escribe a las esposas, y en medio está el ejemplo de Cristo que va tanto para los unos como para las otras: “Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas… quien cuando le maldecían, no respondía con maldición, cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (v. 21-23). Esto es lo que consigue la aprobación de Dios. En el caso de la mujer, es devolver bien por mal. Es no maldecir, no amenazar, sino esperar en Dios a que Él haga justicia.  

A continuación, Pedro habla de cómo tiene que ser la actitud de la mujer, esta actitud que gana la aprobación de Dios. Ella tiene una “conducta casta y respetuosa” y “un espíritu afable y apacible” (1 Pedro 3:2, 4). Otra vez el apóstol repite la misma idea: Esto “es de grande estima delante de Dios” (v. 4). Tiene su aprobación. “Es aprobado delante de Dios” (2:20). Se trata de nuestra actitud. Si aun en el caso del marido difícil de soportar tenemos que tener una actitud correcta, ¡cuanto más en el caso de un marido que es toda una gozada vivir con él! Sea cual sea nuestro caso, tenemos aquí mucha enseñanza en cuanto a la actitud que como mujeres tenemos que tener frente a nuestros maridos.

Sara nos es puesto como ejemplo: “Sara obedecía a Abraham, llamándole señor” (3:6), no en el trato con él, sino en su corazón (Gén. 18:12). Era su actitud al hablar consigo misma acerca de su marido. Cuando pensamos en nuestro marido, si seguimos su ejemplo, pensamos en él como nuestro señor (con minúscula), como la persona que tenemos que obedecer si queremos ganar la aprobación de Dios. Le respetamos y nos comportamos con un espíritu afable y apacible. Así, Dios está muy contento con nosotras y se hace cargo de nuestra causa (2:23), y le agradamos. 

Enviado por el Hno. Mario Caballero