Si alguna vez tuvo problemas para entrar a su propia casa por haber olvidado la llave, sabe lo importante que es ésta. De la misma manera, para el creyente, fijarse metas es una llave que le beneficia de varias maneras:
1. El entusiasmo se renueva. Cuando no tenemos claras las metas, nuestro entusiasmo mengua. Nos entusiasmamos cuando apuntamos al “blanco” de Dios, y lo vemos a Él transformándonos.
2. Da dirección clara. Sin metas, perdemos la visión de adónde nos dirigimos y comenzamos a desviarnos. La pasividad sustituye a la pasión, y empezamos a dejar que las excusas se conviertan en un hábito.
3. La excelencia reemplaza a la mediocridad. Sin metas, comenzamos a vivir con una actitud conformista. Trabajar con un objetivo establecido combate esta mentalidad.
4. Mejora nuestra actitud. Cuando no nos gustan las decisiones que tomamos, nuestra tendencia puede ser criticar a otros. Pero si seguimos el plan de Dios, nos sentiremos mejor con nosotros mismos y nos relacionaremos mejor con quienes nos rodean.
5. La vida se vuelve gratificante. Fijarnos metas con la vista puesta en Cristo nos ayuda a utilizar sabiamente el tiempo, las fuerzas, los recursos y los talentos que el Señor nos ha dado.
Es más fácil identificar las distracciones y evaluar las oportunidades, si las comparamos con las metas que nos hemos fijado, para así cosechar los beneficios de haber trabajado con un propósito: entusiasmo, dirección, excelencia, actitud saludable y u