“Todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder” (2 Pedro 1:3).
Por nuestra fe en el evangelio hemos escapado de la corrupción del mundo causado por los malos deseos del hombre y hemos recibido una nueva naturaleza que participa de la de Dios, pero todavía no somos maduros. Tenemos que incorporar en nuestro carácter virtud, conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad, afecto fraternal y amor, para no tener una vida cristiana inútil, sino productiva, y para que no caigamos en tentación. Así demostramos en la práctica que realmente somos salvos y ganamos una entrada esplendida en el reino de Cristo cuando partimos de esta vida.
Pedro no quiere que olvidemos estas cosas. Sabemos que son ciertas y que esta no es una religión inventada por hombres, porque los mismos discípulos vieron la sobrenatural gloria del Señor Jesús y oyeron la voz de Dios desde el cielo. Están dando testimonio de los que han visto y oído y su testimonio es verdadero porque viene confirmado por los profetas del Antiguo Testamento.
Hemos de tener cuidado con dos cosas: con pastores falsos y con burladores. Los primeros nos quieren engañar para enriquecerse ellos mismos. Serán juzgados como lo fueron los ángeles caídos, el mundo de Noé, y Sodoma y Gomorra. Estos hombres se jactan de poderes espirituales, pero en realidad lo que desean es poder, sexo y dinero. Prometan libertad y prosperidad, pero no lo dan. Los burladores vienen motivados por sus propios deseos malos diciendo que Jesús no va a volver y que no existe tal cosa como el juicio final. Éstos no quieren reconocer que Dios guarda sus promesas. No se acuerdan de que el mundo ya ha sido destruido una primera vez en el juicio del diluvio en tiempos de Noé. El Señor no ha venido antes para que más personas sean salvas. A la luz del juicio venidero los creyentes debemos vivir vidas santas y limpias mientras esperemos cielos nuevos y tierra nueva en los cuales mora la justicia.
Que tengamos, pues, cuidado de pastores falsos, por no ser engañados y perder nuestra posición segura en Cristo y de los burladores para no ser desanimados por ellos, “antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén” (2 Pedro 3:18).
Resumiendo el resumen, hay tres peligros que evitar: el de vivir una vida cristiana inútil, el de caer bajo el carisma de un pastor falso, y el de ser influenciado por la burla de los incrédulos. Los evitamos cultivando las virtudes que el apóstol nombra. Esta es nuestra mayor protección, y así crecemos en la gracia de nuestro glorioso Señor y Salvador. Amén y amén.
Enviado por el Hno. Mario Caballero