“Antes que te formaste en el vientre te conocí, y antes que naciste te santifiqué, te di por profeta a las naciones” (Jer. 1:5).
Alguno podría pensar que fue muy fácil para Jeremías creer en Dios. Tuvo visiones y sueños, Dios le hablaba directamente, parecía tener una línea directa con el cielo. Fue escogido antes de nacer para desempeñar su ministerio y Dios le llamó de forma casi irresistible: “Me sedujiste, oh Jehová, y fue seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste” (20:7). Para él fue muy fácil creer en el Señor. Puede ser que para ti descubrir la realidad de Dios ha sido muy difícil, que has tenido que luchar con dudas y que has vacilado muchas veces. ¿Cambiarías con los profetas del Antiguo Testamento porque ellos tenían fácil acceso al mundo espiritual y les costaba poco creer?
Creer que Dios existe no salva a nadie: “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen” (Santiago 2:19), pero evidentemente no son salvos. Si para Jeremías la fe le costase poco, la obediencia le costó mucho. Nunca es fácil para nadie vivir la vida de fe/obediencia. Casi la podemos llamar así, porque es todo una misma cosa. La fe sin una vida consecuente no es fe (Sant. 2:20). A Jeremías la obediencia le costó mucho: “Y azotó Pasur al profeta Jeremías , y lo puso en el cepo” (20:2). “Cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí” (20:7). “¿Para qué salí del vientre? ¿Para ver trabajo y dolor, y que mis días se gastasen en afrenta?” (20:18). “A causa de los profetas (falsos) mi corazón está quebrantado dentro de mí, todos mis huesos tiemblan; estoy como un ebrio, y como hombre a quien dominó el vino, delante de Jehová, y delante de sus santas palabras” (22:9).”Y cuando terminó de hablar Jeremías todo lo que Jehová le había mandado que hablase a todo el pueblo, los sacerdotes y los profetas y todo el pueblo le echaron mano, diciendo: De cierto morirás” (26:8). “Entonces el ejército del rey de Babilonia tenía sitiada a Jerusalén y el profeta Jeremías estaba preso en el patio de la cárcel” (32:2). Y podríamos incluir muchos más textos.
Jeremías pasó hambre, dolor, tortura, difamación, burla, rechazo, descalificación, amenazas de muerte, gran soledad e incomprensión. Vivió la apostasía de su pueblo, conoció la dureza de sus corazones, vio la muerte de miles, el destierro de otros miles, y la destrucción de la ciudad que amaba. Sí, le fue fácil creer en Dios, pudo oír su voz y recibir su palabra, Dios le dio promesas muy hermosas y le tenía destinado para llevar a cabo un ministerio muy importante; fue famoso, y es conocido a través del mundo entero, pero su vida de fe no fue más fácil que la tuya. A todos nos cuesta, algunos por unos motivos y a otros por otros. Parece que cuanto más se nos abre el cielo, tanto más Dios pide de nosotros, pero también tanto más gracia tenemos. A cada uno de nosotros es cuestión de ser fiel al Señor en la vida que Él tiene destinado para nosotros.
Enviado por el Hno. Mario Caballero