miércoles, 18 de marzo de 2020

Muchos testigos

Leer (Juan 5:31-47)
Las obras mismas que yo hago son las que dan testimonio de mí, y de que el Padre me ha enviado. Juan 5:36
En una ocasión serví como jurado en un caso criminal en una corte de los Estados Unidos. El juez nos instruyó a los doce miembros del jurado a basar nuestra decisión exclusivamente en el testimonio, o las pruebas, que presentaran los abogados. No hubo testigos humanos, sólo pruebas que condenaban o absolvían.
Después que Jesús curó al paralítico en Betesda un día de reposo, sus enemigos buscaban pruebas que lo condenaran, y acusaban a Jesús de dar testimonio de sí mismo, algo que las leyes del Antiguo Testamento no aceptaban (v 31).  Como su hora todavía no había llegado, Jesús presentó a quienes le perseguían una serie de testigos que comprobaban que él era el Hijo de Dios.
El primer testigo a favor de Jesús fue Juan el Bautista (v 33), quien claramente dijo que Jesús era el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. El segundo testigo fueron las propias obras de Jesús (v 36) que ningún otro ha podido hacer. El tercer testigo fue el Padre celestial (v 37), quien anunció púbicamente: “Éste es mi Hijo amado. Escúchenlo.” El cuarto testigo fueron las Escrituras (v 39) que dan testimonio de Jesús. El quinto testigo fue Moisés (v 46), quien escribió claramente acerca del Mesías y su obra.
Con todos estos testigos Jesús se defendió magistralmente pero, más que nada, nos dejó a nosotros una prueba irrefutable de su amor: su cruz y la tumba vacía. Ésas son las obras del Mesías que cambiaron nuestra vida. Nosotros no tenemos que ir a la cruz ni permanecer en la tumba para siempre, porque esas obras de Jesús se aplican a nosotros. Él ganó el juicio por nosotros frente a nuestros enemigos.
Gracias, Jesús, porque toda la Escritura testifica de tu gracia. Amén.
Por CPTLN