martes, 17 de marzo de 2020

El milagro de la vida

Leer (Juan 4:43-53)
Y ese hombre creyó en lo que Jesús le dijo. Juan 4:50
Recuerdo a menudo la frase: “Qué extraño es el hombre, nacer no pide, vivir no sabe, morir no quiere.” No sé quién fue su autor, pero creo que en pocas palabras resume muy bien nuestra existencia humana. No hemos pedido nacer-la vida es un don de Dios, y nos aferramos a ella como si fuera nuestra. Mientras estábamos en incredulidad no pedimos la fe-la fe es un don de Dios para vida eterna.
Esto es lo que trata la historia de hoy.  La segunda señal que hizo Jesús cuando fue de Judea a Galilea consta, en realidad, de dos milagros: la sanación del hijo del oficial -el don de Dios de la vida- y la conversión del oficial y de toda su familia -el don de Dios de la fe para vida eterna.
La frustración de Jesús es que las cosas de esta vida no nos dejan ver la importancia de la vida con Dios. “Si ustedes no ven señales y prodigios, no creen” (v 48). Sin embargo, su amor fue más fuerte que su frustración, por lo que les otorgó al oficial y a su familia la vida y la fe para vida eterna.
Pienso en las horas de caminata de regreso al hogar de este padre, con la afirmación de Jesús en su mente: “Tu hijo vive” (v 50). Pienso en su ansiedad por ver bien a su hijo, en su experiencia de su encuentro con Jesús, en su asombro, y ahora también en su fe.
Así es nuestro camino: recibimos el don de la vida y el don de la fe para vida eterna. Es un camino de ansiedades y asombro donde abunda el amor de Dios que nos sustenta y anima, un camino lleno de señales del poder de Jesús, que nos transforma por medio de su Palabra.
Gracias, Señor, por el don de la vida y por el don de la fe para vida eterna. Amén.
Por: CPTLN