jueves, 5 de marzo de 2020

El más importante

Leer (Marcos 12:28b-34)
Uno de los escribas… le preguntó [a Jesús]: “De todos los mandamientos, ¿cuál es el más importante?” Jesús le respondió: “El más importante es: ‘Oye, Israel: el Señor, nuestro Dios, el Señor es uno.’ Y ‘amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas.’ Marcos 12:28b-30
Cuando le hacemos una pregunta a Jesús tenemos que estar preparados para una respuesta sorprendente. El diálogo que se generó a partir de la pregunta del escriba es uno de los más honestos, sabios, profundos, y enriquecedores que encontramos en los evangelios. Una sola pregunta dio lugar a una respuesta triple.
La primera parte de la respuesta de Jesús ni siquiera es un mandamiento: el Señor es uno. Esto es, más bien, una confesión de fe, muy clara, por cierto, ante tanto politeísmo vigente en la región en los tiempos de Jesús. Luego siguen los mandamientos de amar a Dios y al prójimo como a uno mismo. Estas tres cosas son inseparables. Sólo es posible amar a Dios cuando lo reconocemos como el único Dios. No en vano el primer mandamiento del decálogo es: “No tengas otros dioses además de mí.” Dios es el único, y espera que nosotros lo confesemos como tal.
Por otro lado, el amor a Dios se estanca y se pudre si no amamos al prójimo como a nosotros mismos. Amar al hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, es respetar al Dios que lo creó. Amarnos a nosotros mismos, sin vanidad ni egoísmo, es respetarnos a nosotros y al Dios que nos creó.
Entonces, ¿a cuántos dioses servimos y nos aferramos además de al único Dios? ¿A quiénes y a qué cosas amamos tanto que nos roban el tiempo, la energía, y los recursos para servir a Dios sirviendo a los demás?
Conviene reenfocarnos en la afirmación de Jesús: nuestro Dios es uno. Él es, además, poderoso y amoroso, y sumamente generoso con nosotros que no merecíamos tanta atención. La cruz de Jesús nos revela su amor sufriente por nosotros, y la tumba vacía nos asegura que en nuestro Señor encontramos la vida eterna.
Gracias, Señor, porque no tenemos que elegir dioses. Tú nos elegiste, nos amaste, y nos enseñas a amar. Amén.
Por: CPTLN